Covadonga
Como asturiano siempre he sentido gran amor no sólo hacia la Santina, sino también hacia su enclave, y raro es el año que no voy una vez o más a verla, a sentarme un rato frente a ella, es como si quisiera saber que está en el mismo sitio que la dejé.
Mucho ha cambiado el sitio de Covadonga desde los años en que viví en Cangas de Onís. Ayer lo pensaba, "qué viejo soy", he visto construir la nueva iglesia de Cangas, ya no queda nada de aquel Cangas de Casa Ventura y sus “peñasantas”, ahora es una ciudad, "porque es ciudad", febril con sus bajos dedicados a la venta de quesos, chorizos, recuerdos asturianos, etcétera.
Antes ir a Covadonga era ir dando saltos, por aquella carretera llena de baches que unía Cangas con la Santina, desde entonces muchos han sido los cambios que he observado, unos para bien y otros no tanto, pero digamos que es el sino de los tiempos.
Recientemente acudí a mi cita anual con la Santina, y vi multitud de aparcamientos, no sé si son con lanzadera o no, pero como medida de descongestionar la zona me parece perfecto, también el tráfico cerrado a los Lagos, sólo permitido por autobuses (Alsa), que te dejan en los Lagos sin masificar la zona. Observé el fin de las tiendinas de recuerdos, sustituidas por una gran tienda con profusión de orfebrería, y algo que me llamo la atención, unas máquinas como las antiguas de tabaco, que con un pequeño donativo, surte de cirios para la Virgen.
De todo lo que vi, lo peor fue lo que no vi, accesos para discapacitados, delante de mi iba una pareja cogida de la mano, la mujer asistió a la Eucaristía, mientras él postrado en una silla de ruedas, no pudo acceder a la Santina, lo mismo ocurre en la basílica, que si bien dispone de un par de rampas arriba, antes tiene tres escaleras.
Creo que a la Santa la avalancha de turistas le agradaran, pero no creo que en pleno siglo XXI, sea aceptado que no existan unos accesos adecuados para todos los discapacitados.
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