No podemos acoger a todos
Últimamente, según los noticiarios de todos los medios de comunicación, están llegando a nuestras costas del Sur, día sí día también, barcazas, pateras, o como queramos llamar, repletas de africanos que entran por vía marítima de manera totalmente ilegal en nuestro país. Vista la cuestión desde el punto humanitario, dudo que haya un solo español bien nacido que no se compadezca de esas personas que, tras días, semanas o meses de éxodo plagado de problemas y calamidades, acaban llegando a alguna de nuestras playas del Sur, o siendo rescatados mar a dentro por Cruz Roja o alguna otra ONG dedicada a labores tan nobles como puede ser el pretender salvar vidas.
Cuando se plantea en cualquier tertulia o foro de discusión este tema, como no podía ser de otra manera, surge la verdadera dicotomía de pretender diferenciar entre la voluntad de ayudar y ser todo bondad y buenísimo, y el poner sobre la mesa la cruda realidad de nuestro país; y, aquí, es donde –en mi opinión– está el quid de la cuestión. ¿Alguien puede creer que nuestro país puede permitirse el lujo de recibir a miles de inmigrantes, menos aún de manera incontrolada? ¡Yo creo que no! Y hacerlo será una irresponsabilidad que no tardaremos en pagar muy cara. Es cierto que en densidad de población estamos muy por debajo de la media de la UE, pero no es menos cierto que estamos a la cabeza en las cifras de desempleo, y que nuestros jóvenes a pesar de, según se dice, estar mejor formados que en generaciones anteriores, se ven en la necesidad de hacerse las maletas y emigrar a Centroeuropa para beneficio de países que no gastaron un solo euro en formarlos. A cambio, permitimos que se nos llene el país de africanos que nos entran por la puerta trasera, sin saber quiénes ni cómo son; gentes con otra cultura, mentalidad y religión, y sin saber tampoco a qué se van a dedicar una vez afincados en nuestra “piel de toro” que tanta sangre costó defender durante siglos a nuestros antepasados. Vano esfuerzo el de aquellas gentes si resulta que ahora nosotros no somos capaces de defender nuestras fronteras y, no sólo eso, sino que en la práctica, quizá por un buenismo mal entendido, colaboramos a que esto nos pase. No ponemos medios para evitarlo y además algunos, para colmo de todo este mal, critican cualquier postura o política encaminadas a frenar o solucionar este problema.
Posiblemente me van a llover críticas por lo que estoy exponiendo, pero aun así creo que somos mayoría los que así lo vemos, lo que pasa es que las personas en muchos casos, por distintos motivos, callan lo que piensan y dejan que seamos ciertos Quijotes quienes hagamos pública nuestra sincera opinión. Nada les reprocho, está en nuestra condición humana el actuar así, unos ponemos la firma en nuestras opiniones y otros tiran la piedra y esconden sus manos. ¡No se puede hacer nada, es lo que hay!
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