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Después del dolor

28 de Agosto del 2017 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Han pasado algunos días desde los atentados de Barcelona y Ripoll, que dejaron 16 muertos, más de 120 heridos y familias rotas, cuyo dolor tardará mucho en cicatrizar, algunos quizá ni siquiera lo consigan a lo largo de sus vidas. Ese dolor, que nunca más volverá a estar presente en los medios, en boca de políticos y gobiernos una vez apagados los focos mediáticos, será sustituido por discursos oportunistas, cortoplacistas, rentabilizadores para “la causa”, ya lo está siendo... mejor dicho; 48 horas después de la masacre ya empezaron las medallas y los agravios.

¿Alguien dudaba que los independentistas catalanes no aprovecharían el dolor para “arrimar el ascua a su sardina” a tan sólo 40 días del prometido referéndum? Y... ¿viceversa con el Gobierno irresponsable de Mariano Rajoy?

Es verdad que los Mossos d’Esquadra (Policía catalana) tienen transferidas las competencias en seguridad y lucha antiterrorista, pero también es cierto que estas competencias no lo son en exclusiva, por lo que se hace necesaria la colaboración y la coordinación en un tema tan sensible y delicado como es éste. Al parecer la descoordinación no lo ha sido en lo técnico-policial, sino a nivel político.

Cuando la lucha antiterrorista contra ETA, no recuerdo este rifirrafe entre Guardia Civil y la Ertzaintza (Policía vasca). La colaboración siempre fue uno de los motores que llevó a terminar con ETA, a pesar de que, en este terreno, la lucha antiterrorista era más difícil y compleja porque el enemigo “estaba en casa” y tenía la protección y el encubrimiento de una parte importante de la población vasca. Por cierto, llama poderosamente la atención la unanimidad (incluido el aplauso) con el que se ha recibido el “abatimiento” de los terroristas de Barcelona, tanto por la clase política como por el mundo mediático/tertuliano. No está lejano el tiempo en el que cuando algo de esto ocurría con un terrorista etarra faltaba tiempo para exigir explicaciones, cuando no, solicitudes de dimisiones y, por supuesto, las manifestaciones y actos de “kale-borroca” al grito de “policía asesina” y los platós de televisión se inundaban de agrios debates al respecto, ¿lo recuerdan?

El Gobierno de la Generalitat “tenía” que enviar el mensaje al mundo de que tienen capacidad, instrumentos y recursos propios para hacer frente al terrorismo. No necesitan al Estado español. Sería como la “prueba del algodón” de su “arcadia soñada”, mientras que el Gobierno de Mariano Rajoy (haciendo gala de su historial de ministros del Interior torpes) se ha tenido que refugiar en las declaraciones de los sindicatos de Policía para denunciar la arbitrariedad y falta de colaboración de los Mossos d’Esquadra en las investigaciones.

El dolor de las víctimas ya no cuenta, en todo caso ha contado hasta que se dio por finalizada la gran manifestación del pasado sábado, 26 de agosto, y entonces lo que hasta ese momento sólo eran escaramuzas entre independentistas e inmovilistas ha abierto la veda hasta el día 1 de octubre, que nadie sabe cómo terminará.

La CUP, fiel al papel que juega en el laberinto catalán, en un primer momento se apeó de la convocatoria para la manifestación, so pretexto de que la presencia del Rey es incompatible con sus principios (como si los muertos y heridos fueran militantes de su organización). Estratégicamente han dado marcha atrás, sabedores de que ganaban más mediáticamente desplegando banderas y eslóganes (ya que como siempre, los acuerdos unitarios no va con ellos). Mientras Podem (la marca de Podemos en Cataluña) ha recorrido el camino inverso, en una muestra más de su falta de definición en temas donde la acción exige aparcar la política para estar siempre del lado de las víctimas. Podemos continúa sin saber “qué quiere ser de mayor”. Es un espectáculo lamentable escuchar al alcalde de Cádiz (Podemos) defender la fabricación y venta de armas para el régimen de Arabia Saudita (porque de ello dependen cientos de familias gaditanas) y a la vez, su máximo líder, Pablo Iglesias, denunciando precisamente que el Gobierno español haya firmado dicho acuerdo. Pablo Iglesias insiste, por tanto, en “estar en misa y repicando”, lo que le lleva, como en ésta ocasión, a “mear fuera de tiesto”.

El PP, experto en rentabilizar el dolor, con un largo historial “delictivo” (los hilitos de plastilina de la catástrofe del “Prestigie”, los muertos en el accidente del metro de Valencia, los militares muertos en el “Yak-42”, la utilización vergonzosa de la muerte de Miguel Ángel Blanco y del atentado y masacre yihadista de Atocha en 2004...), no podía ni ha tenido margen para ello y no está en condiciones de volver a las andadas, entre otras cosas porque carece de mayoría absoluta (lo que le permitía la manipulación descarada) y porque ya no existe ETA; se ha movido de una manera torpe y una vez más irresponsable.

Dentro de este cúmulo de despropósitos, sí resultó refrescante el consenso alcanzado para la organización de la manifestación, la cual no estaría encabezada por políticos ni representantes de la Administración, sino por la sociedad civil, familiares de las víctimas, fuerzas de seguridad, médicos, enfermeras, guardias urbanos, bomberos... verdaderos protagonistas desde el minuto uno del atentado terrorista.

La manifestación, finalmente, una de las más multitudinarias que se han producido en Barcelona al grito de “No tinc por” se vio, en parte, empañada por quienes aprovechan cualquier resquicio para recordar que el 1 de octubre está a la vuelta de la esquina.

Vivimos tiempos “líquidos”, donde la palabra dada es papel mojado. Los políticos cortoplacistas, contradictorios, han hecho del cinismo su principal arma dialéctica para el debate.

En 1977, se produjo una de las mayores manifestaciones que han existido en este país, en homenaje a los 5 abogados laboralistas asesinados cruelmente por la extrema derecha, por el terrorismo tardofranquista. El Partido Comunista todavía no estaba legalizado, sin embargo se encargaron de la organización y de la seguridad de aquella impresionante manifestación (cien mil personas). Ni una sola bandera de su partido, ni una sola consigna de las suyas, sólo el silencio respetuoso en homenaje a las víctimas. Todavía se me pone la piel de gallina cuando veo imágenes de aquella histórica manifestación. Lo único que se oía era el silencio, compañero inseparable de la rabia contenida.

El pasado sábado me habría gustado que sólo se escucharan las notas del violonchelo del “Cant dels ocells” (Canto de los pájaros) de Pablo Casals, símbolo de paz y libertad, al finalizar la manifestación..., pero sobre todas las cosas, me quedo con el abrazo del padre del niño de 3 años, muerto en el atentado, fundido con el nuevo imán de Ripoll. Imagen, lamentablemente poco difundida y, por tanto, poco conocida.

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