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El golf y la historia

4 de Septiembre del 2017 - Manuel DIAZ ESTRADA (Forcinas-PRAVIA)

Un caluroso domingo del pasado mes de agosto, un grupo de jóvenes voluntarios, dirigidos por cuatro arqueólogas formadas en la Universidad de Oviedo, cavaban afanosamente en el paraje de La Canalona, en las proximidades de Agones, en Pravia, en busca de los restos de uno de los muchos asesinados del bando republicano que aun yacen sin identificar en las cunetas de media España. Mientras eso sucedía, en otro lugar no muy alejado de Asturias, concretamente en el club de golf de La Barganiza , Esperanza Aguirre, la ex de casi todos los máximos cargos del PP, jugaba al golf acompañada de un selecto grupo de amigos pravianos, disfrutando así de sus vacaciones estivales, alejada del frente mediático de su partido, inmerso en una auténtica cloaca de corrupción, en la que buena parte de sus más allegados colaboradores se encuentran en la cárcel o en vías de entrar en ella.

Que en pleno siglo XXI, y después de más de cuarenta años de la muerte del dictador, tengamos aún a millares de españoles enterrados en las cunetas, en fosas comunes, o en el rincón de cualquier bosque, resulta bochornoso e indignante para un país como España, cuyo presidente Rajoy suele apelar constantemente en sus intervenciones a la palabra "democracia y dignidad".

Por eso, el que un grupo de jóvenes sacrifiquen sus domingos de descanso en pleno verano para cavar entre la maleza, en el talud de una carretera, en La Canalona, en busca de los restos de dos mozos republicanos pravianos, asesinados por el fascismo franquista; mientras Esperanza Aguirre y sus amigos de la aristocracia asturiana le dan a la bola del golf en el club de La Barganiza, intentando meterla en el hoyo; cual símil de lo que Franco solía hacer con aquellos que no pensaban como él, es el fiel reflejo de las dos Españas. La España del PP, corrupta, podrida y dispuesta a todo con tal de mantener sus privilegios a costa de lo que sea; y la otra España, la de la gente sencilla, humilde y comprometida con los ideales de izquierdas, dispuesta a partirse el alma cada fin de semana para devolverles la dignidad aquellos compatriotas que un día fueron víctimas del más atroz de los asesinatos.

Arantxa Margolles Berán, historiadora y arqueóloga, nos relataba hace unos días, mientras colaboraba en las tareas de excavación en La Canalona, como se inició la historia: "A finales de 2016, cuando Ángel Fernández nos solicitó la exhumación de los restos de su padre Manuel y su tío Ángel, de 30 y 20 años de edad y asesinados en la Nochebuena de 1937. Él siempre había sabido que los cuerpos estaban allí por testimonio de su madre, que estaba presente (él y su hermano Jesús también, aunque eran bebés) cuando un grupo de cinco o seis falangistas entraron en su casa y los obligaron a salir. Según recogimos en los testimonios, lo que había llevado al asesinato de Manuel y Ángel fue, en último término, la denuncia de una vecina de Santianes, enfrentada con su hermano Rogelio, que estaba fugado tras el fin de la guerra; esta señora habría dado cierto dinero a sus matadores para que los matasen, valiéndose de la indefensión de una familia marcada por la posición política de Rogelio: de hecho, otro hermano más murió al no recibir asistencia médica en un hospital en Avilés; otras dos hermanas (una embarazada) fueron presumiblemente fusiladas en Pravia junto al padre, al que habían pedido como reemplazo de la captura de Rogelio". La ubicación concreta de donde podrían estar los cuerpos enterrados después de tantos años , según la historiadora, se pudo lograr porque "sabíamos que hubo un muchacho que el día de Navidad semi enterró los cuerpos, que permanecían casi destapados sobre lo que era el antiguo camino de Santiago de Agones a Océa. Este camino había sido cortado en 1930 por la carretera Agones-Escoréu que aun se mantiene allí. El fin de semana del 20 y 21 de mayo, con la dirección de un equipo de arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, procedimos a la prospección (o sea, la búsqueda de la fosa), y esta resultó mucho más difícil de lo que parecía: aunque La Canalona parecía monte, no era tal. Décadas de obras en la carretera y de uso de la zona como vertedero había hecho que nos viésemos obligados a buscar los cuerpos bajo una capa de escombros de metro y medio a dos metros de altura, en un sitio donde no podemos meter palas mecánicas porque no pueden luego volver a subir a la carretera. Así que el trabajo tuvo que ser a mano. Finalmente, a última hora de aquel sábado apareció uno de los cuerpos en bastante buen estado de conservación, al lado de un talud de escombro de dos metros de piedra. Es un individuo joven que conserva en el cráneo un orificio de bala con agujeros de entrada y salida".

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