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Motivarse para abatir más jabalíes

6 de Septiembre del 2017 - Eduardo Bros Martinez (Oviedo)

Se ha publicado en una revista al parecer de edición extranjera, un estudio centrado y elaborado en Asturias por un equipo de investigadores de aquí, que entre otras cosas, se refiere a la falta de motivación de los cazadores asturianos para ser más exhaustivos en el aprovechamiento cinegético de una especie salvaje tan sumamente prolífica como es el jabalí. Desde el lado en que nos afecta a los aludidos una interpretación de estas características se debe de considerar que no es una información real, ni tan siquiera de apreciación objetiva, sino la apología de un supuesto que se hace a través de una opinión deformada que busca justificar con argumentos inconsistentes críticas infundadas hacia el sector cinegético asturiano.

Antes de pronunciarse este grupo investigador de forma tan inconsistente sobre el principio de imputabilidad atribuida a los cazadores de esta tierra, que nos instala en una situación de plena complicidad en relación con una excesiva y permisiva protección del nivel poblacional del suido en cuestión, se debería haber hecho relato sobre el estado actual del ecosistema asturiano y las causas de su lamentable deterioro por falta de higiene en su conservación, lo cual, es de suponer, que no les causará indiferencia a este grupo de expertos el abandono en que se encuentra. Debo interpretar que son conocedores del enredo vegetal en que se han convertido nuestros montes. Y debo de interpretar que también les tiene que constar que, en la maraña de enraizada y alta maleza que cubre numerosas fincas rurales de propiedad particular por abandono de sus propietarios o llevadores, antaño cuidadas tierras de labor y pasto y montes de utilidad pública, han construido los jabalíes, a buen resguardo, su baluarte defensivo y de supervivencia.

Es bien cierto que este irredento omnívoro abunda. Comparativamente con otros tiempos, no hay analogía posible. En la última temporada se ha sobrepasado en Asturias el monto de capturas oficiales de ejercicios anteriores, alcanzado la nada despreciable cifra aproximada de diez mil cobros que constituyen todo un récord. Referencia numérica que certifica el alto grado de compromiso que tienen las gestoras de su caza con la sostenibilidad racional de este cerdo salvaje en cuestión.

Es evidente que la densidad no es la misma en todos los municipios. Nada digamos de la que se hace ostensible en las zonas de seguridad, foco principal del problema; lugares preferentes de querencias para este animal que le cuesta abandonar debido a las numerosas prestaciones que le concede (seguridad, alimento etc.), en donde el gobierno del Principado tiene un serio problema pendiente de solucionar, del cual los cazadores asturianos carecemos absolutamente de cualquier tipo de responsabilidad. De estas áreas protegidas, en donde la caza no está permitida, el grupo investigador, estoy seguro, sabe mucho.

No es en los cotos sociales, gestionados por sociedades locales de cazadores asturianas, en donde se encuentra situado el foco de atención que dificulta rebajar el estado cuantitativo de individuos en especie tan prolífica y problemática, cuando se constituyen en numerosas piaras.

En los clasificados terrenos cinegéticos de régimen especial (cotos de caza, reservas) se encuentra este montaraz animal, relativamente bien sometida su población. Establecer un proceso puntual de capturas masivas tiene el significado de constituirse en un auténtico despropósito. La caza en su complejidad estructural necesita de la presencia de este animal en el hábitat que le corresponde y con la sostenibilidad adecuada que permita dar continuidad en el ejercicio racional y en el orden garante de sus capturas. De la misma manera que tiene para la sociedad la importancia de su contenido económico y social.

Por tanto si hay jabalí en abundancia en tierra astur no se debe inculpar en primer término a los cazadores. Hay que referirse a la Administración, en este caso el gobierno del Principado, que tiene un serio problema con el mantenimiento pulcro de la naturaleza; una dificultad añadida que tiene que resolver más pronto que tarde, si no quiere que se le complique aún más. Asturias se está convirtiendo, a pasos agigantados en un enorme "bardial", si es que no lo es ya. Pretender que únicamente seamos los cazadores quienes, en condiciones precarias, sometidos al cumplimiento y el control de las exigentes normas legislativas que regulan esta actividad, proporcionemos la debida respuesta, es algo que no se sostiene. Sacar los jabalíes de la profunda maleza en la que han labrado sus cubiles para intentar abatirlos no siempre es tarea fácil, requiere de un gran esfuerzo físico y mental, a pesar de disponer como nunca la caza asturiana de una amplia, variada y extraordinaria generación de perros de rastro y de acoso, con monteros de reconocido oficio y valía.

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