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Turista en Barcelona sin opinión política

10 de Septiembre del 2017 - Eva Arboleya Rodríguez (Gijón)

Acabo de llegar de vacaciones. Este año me he ido a Cataluña, me pilló el atentado de las Ramblas en Barcelona. Fue impresionante la seguridad que se sentía por las calles llenas de controles y medidas de seguridad adoptada por todos los cuerpos de seguridad del Estado, no sólo por los mossos, eso sí, siempre con arma en la mano, parecía un estado policial y te daba respeto, pero a la vez tranquilidad por las circunstancias.

Había unión por las víctimas. En el homenaje en las Ramblas había velas por ellos pero también peluches por los niños. Era impresionante y doloroso, un dolor difícil de explicar y que nunca pensé que pudiera sentir por gente que no conoces.

Todos por la calle éramos uno, los turistas, los locales, nada nos diferenciaba. Si de repente corríamos porque alguien corría y nos asustábamos, todos nos protegíamos unos a otros. Allí no había política, había humanidad.

En la otra cara de la moneda estaban los organismos públicos en los cuales había la" estelada" y sobrepuesto "pel si".

Yo, como turista e ignorante, como muchos, de la situación en Cataluña, cuando miraba los ayuntamientos, los locales públicos municipales, que casi siempre suelen tener valor histórico, lo veía con esas banderas colgando y sin entrar en el fondo de la cuestión que cada uno ve y transmite a su manera, me daba la sensación de que los catalanes querían ser independientes porque no es que fueran muchas pero eran las únicas. Eché de menos ver la bandera catalana al lado de la española en los balcones y hablándolo con gente local me decían que era para no darle importancia a la "movida independentista". Yo no sé si era eso. Lo que vi fue que quien pensara diferente a los independentistas era un paria, no era "guay" y ese dejarse ir, utilizar los edificios públicos, que son de todos los catalanes, es lo que están aprovechando cuatro políticos, que como a casi todos los políticos, el pueblo les importa cuatro pimientos.

Es más, me hizo gracia en Gerona, en un tren turístico, el encargado del cobro de los tickets entabló conversación con un grupo de catalanes y les dijo en plan de broma "los independentistas que se bajen". Y ellos contestaron "ah, pues nos bajamos", y él rápidamente dijo "yo también soy independentista", se echaron unas risas y la cosa acabó. Pero digo yo, y si pienso realmente de otra manera, ¿por qué no puedo decirlo? La gente no se atreve a decir que piensa diferente, aunque la mayoría se sientan españoles y catalanes, pero hay que decirlo.

Como turista en Cataluña no tuve miedo por los yihadistas asesinos, porque no quiero vivir con miedo, pero sí noté miedo en los catalanes que también se sienten españoles, a decir lo que realmente piensan. Y tener miedo a decir lo que piensas porque alguien te dice que no eres progre, no estas al día, eres diferente y no está bien pensar que perteneces a la nación española, digan lo que digan los modernos, es fascismo, no es democracia.

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