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Ver y prodigar sonrisas

8 de Septiembre del 2017 - Juan Ángel Moreno (Oviedo)

El sonido del reloj de una torre cercana nos anuncia las cinco y media de la tarde de otro día veraniego del mes de agosto. Estamos en el lugar más bonito del mundo: Diplomatic.

Una hora en la que, todavía, hay muchos que aún disfrutan de la siesta tras la comida, por lo que las primeras canciones que suenan en los altavoces de la piscina son un susurrar, a golpe de piano y violín, invitando a empezar a despertar.

Primeras palabras, a golpe de micrófono, a todos aquellos “bellos durmientes” para, una vez desperezados, quieran acudir a participar en una serie de actividades en esta terraza, cálida y luminosa, del hotel.

Lionel Richi, Roy Orbison, Elvis Presley, Righteous Brothers, unidos a otros tantos artistas de “casa” como Miguel Bosé, Juan Pardo, José Luis Perales o Sergio Dalma, son reproducidos en los platos del equipo de sonido y serán los que empiecen animando el ambiente, desde esa más pausada melodía hasta, poco a poco, ir llegando al dinámico ritmo del baile con pegadizas instrumentaciones.

Campanilla, ese personaje proveniente del País de Nunca Jamás, será el centro de admiración y atención de unos niños que se concentran ante ella, uniendo esas infantiles risas para pasar un rato muy agradable y divertido. Clara, la animadora, simpática y dicharachera, portadora del disfraz, estará pendiente para que todo salga muy bien.

Otra vez, esa voz a través del micro vuelve para ayudar a los aún rezagados a sumarse a la fiesta: A los peques, con Campanilla;a los no tan peques, un bañito en la piscina, una consumición en la terraza o escuchar esa música que impregna todo el lugar.

En el escenario de madera el disc-jockey se dedica a pinchar con dedicada pasión, viajando a través de diferentes décadas, explorando esas canciones, esos artistas, que en su día tanto se escucharon y ahora rememora para unas personas que vuelven a reencontrarse con viejos recuerdos. Y ese trabajo musical tendrá su recompensa: desde la terraza de alguna habitación, sentado en las mesas del bar o tumbado cerca de la piscina, habrá quien esté tarareando aquella melodía, bailando unos pasos o silbando su estribillo.

Poco a poco la tarde va languideciendo, pero no el sol que aún tiene mucho que decir ofreciendo luz y calor abundante en un cielo tan azul como el mar. Se acerca las 8 de la tarde y se cierra otra jornada divertida. Una pegadiza canción está empezando a sonar. Desde el escenario Clara dará las gracias a todos los que han participado en las actividades e invitando a volver al día siguiente. Y pasará micro y testigo a esa voz para, con muy buen humor, agradecer y despedir con ritmo al camarero/a del bar, a los chicos de mantenimiento y a la siempre risueña animadora, con sonoras ovaciones.

Clara, Lana, Isidoro, Juan y Rafael: Que todas las personas sean y se sientan felices ¡es tan importante!; ver y prodigar sonrisas se convierte en algo muy especial y gratificante.

Juan Ángel Moreno

Oviedo

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