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Erundina y Cabranes

9 de Septiembre del 2017 - M.ª Carmen Hevia Rivero (Pruvia, Llanera)

El 27/8/17, al mediodía, se me fue para siempre mi querida cabraniega, amiga, maestra y madrina Erundina. Lo hizo sin apenas notarlo nadie, tranquila, como ella se merecía. Atrás quedaban casi cuatro años desde aquel 13/01/14 en que fue recibida con los brazos abiertos por Esperanza, en la residencia de Cabranes, era la primera residente. Nacida en Arriondo, hacía casi 93 años, regresaba a sus orígenes. Podíamos pensar que era para estar con sus vecinos, sus amigos, después de haber vivido tantas penurias, incluida una guerra que la llevó a irse lejos de su Cabranes, con mi querida y añorada abuela Carmen, que también andaba lejos de su tierra maliaya, pero era tarde para reencuentros, su cerebro empezaba a desconectarse lentamente.

Con el paso de los años, Erundina me fue transmitiendo ese amor por Cabranes. Ésta que escribe, su ahijada, fue descubriendo poco a poco, a través de sus relatos, a personas, paisajes, fiestas... Es al llegar ella a la residencia cuando me voy dando cuenta y empiezo a percibir, a través de mis visitas semanales, el potencial humano de las gentes de estas tierras cabraniegas, que me acogen y me arropan como si fuera una más entre ellos, me reconfortan en medio de la desoladora situación de Erundina, que poco a poco dejó de ir a aquella misa de los jueves en la residencia, dejo de mirarme, de sonreírme, de caminar, empezó a estar ausente y sólo de tarde en tarde me apretaba la mano contra la suya como si tuviera miedo. Pero entonces ahí estaba ese personal maravilloso, un equipo sincronizado que se iban relevando entre Úrsula,Belén, Almudena, M.ª Luz, Marta, Vanesa, Cristina, Susi, Ida... que a lo largo de estos años han cuidado de ella y de todos los demás residentes con esmero y cariño a raudales.

Para mí, el día que pasaba la tarde allí era un privilegio, me sentía como en mi propia casa, pasaron cumpleaños, fiestas navideñas, lecturas de periódicos, revistas. Fueron muchas tardes sentada a su lado, sintiéndola respirar, sin decirme nada.

A través de estas líneas quiero agradecer el trato personal y profesional recibido por parte de la residencia de Cabranes, y en especial de su directora Jacqueline. Nunca olvidaré aquel abrazo que me diste, después de que el cuerpo sin vida de Erundina saliera de la residencia camino del tanatorio. Me viste desolada. Gracias Jacqueline porque en ese momento supiste muy bien lo que necesitaba y me lo supiste dar, ¡que grande eres! Sois unos ángeles de bata blanca y suerte tiene Cabranes de tener personas de vuestra categoría para cuidar de sus mayores.

Nunca os olvidaré y os llevaré en mi corazón por siempre.

Un beso muy fuerte para todos.

M.ªCarmen Hevia Rivero

Llanera

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