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El viento seca las lágrimas

10 de Septiembre del 2017 - LUIS ANGEL GIL URBON (GIJON)

Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió. Según los cálculos del sindicato UGT, el rescate del Estado a la banca, que supuso un desembolso de más de 54.000 millones de euros, ha supuesto también una merma laboral en el sector de 82.000 trabajadores, que han perdido su empleo quedándose a dos velas o con el tiempo suficiente para vestir santos o ver construir telarañas por las esquinas de las paredes. Mientras, 16.000 oficinas bancarias han trancado sus puertas en todo el país, quedando únicamente los fríos cajeros, que te hablan desde el más allá, tras su pantalla de luz. Ver veremos, dijo un ciego, y se cayó dentro del pozo de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que aprovechará la manifestación de la Diada, el próximo lunes en Barcelona, para recoger fondos en solidaridad con Arturo Mas y otros ex altos cargos de la Generalidad a los que el Tribunal de Cuentas ha impuesto una fianza de 5,2 millones de euros por los gastos del 9-N, que no es el 1-O (que es el resultado que se va a producir este sábado entre el Sporting-Oviedo, en el Estadio El Molinón). Según la plataforma independentista hasta la fecha ha recaudado 800.000 euros. ¿No dan las supuestas cuentas de Arturo en el extranjero para pagar estas menudencias? La nutrida representación de obispos que presidía el altar de la basílica de Covadonga condena matar "inocentes en nombre de Dios" (hasta ahí todo bien), pero reivindican la unidad de España (que ya no está bien) ¿También tienen estos de la Conferencia Episcopal derecho a opinar sobre la actualidad política española?

¿Qué les decía? La respuesta no ha tardado, no se ha hecho esperar mucho. Al grito de "voy a matar a todos los musulmanes", un hombre que iba en furgoneta, en compañía únicamente de su ira, arremetió contra un grupo de peatones cerca de una mezquita al norte de Londres. La ira se ha hecho popular y amenaza, si se generaliza, aplastarnos a todos. Es una emoción innata que puede variar en intensidad, desde una leve irritación hasta desatar una intensa furia, que se multiplica por el número de individuos afectados. Vuelvo a lo mismo de siempre, que no me canso de repetir hasta la saciedad. "No", y a las pruebas me remito, al revuelto europeo religioso y multicultural. Rebobinemos.

Otro atentado en Londres. Suma y sigue al anterior, del que tampoco hace tanto tiempo. Otra masacre más yihadista contra civiles por idéntico procedimiento: víctimas inocentes al por mayor y que caiga quien caiga. El caso es que, a raíz de los atentados, me vienen a la mente ciertas cosas: cuando las barbas de tu vecino veas pelar..., ya saben cuál es la conclusión final del refrán. No se equivoquen porque esto va a ocurrir aquí, en España, y si aún no ha ocurrido (salvo los atentados de Atocha) es por razones históricas. Vamos más lentos, un pasito por detrás de los demás (dictadura y tal), como siempre a la cola de Europa y tarda un poco más en llegar. Así es que, sin irme lejos y a tenor de las circunstancias y últimos acontecimientos, cuando en un pleno municipal escucho los acuerdos, lo que dicen, me entra la risa floja. Van a tomar medidas (alzan la voz desde sus chalets) para favorecer la integración y el buen rollito chachi, en concordia, entre los españoles y los extranjeros en los barrios de nuestra ciudad. Yes, very well, fandango.

Están todos dialogando, se lamentan de lo ocurrido en Manchester, pero no son capaces de remediarlo. Hay que valorar que somos políticos europeos, con muchos siglos ya de historia que nos avalan sobre nuestras anchas espaldas. Además de ser un continente sobradamente preparado para afrontar, de forma civilizada y sin crispación, como diría zapatero, estos malos tragos. Por supuesto nada de tomar cartas en el asunto, con medidas antimigratorias propias de regímenes totalitarios, eso en Europa queda descartado, esas para Trump y para los norteamericanos si da luz verde el Tribunal de Apelaciones del cuarto distrito, con sede en Virginia, que ha acordado mantener bloqueado el veto migratorio por motivos religiosos, de 'El virginiano' Trump.

De vuelta la burra al trigo. La vieja Europa es terca y por naturaleza testaruda como una o varias mulas. Es defensora de una idílica vida de integración multicultural, en la que todos caminamos, en paz y concordia, armonía y de buen rollo común y globalizador, agarrados de una o de las dos manos. Pues bien, noticia recién salida del horno de ultimísima hora. Un camión embiste y mata a varios peatones en Drottninggatan en una zona de tiendas en el centro de Estocolmo (Suecia). Un camión robado momentos antes del atentado, sitios concurridos y de mayor tránsito donde poder causar una masacre con el mayor número posible de víctimas en su haber. Todo casa, concuerda, como en otros casos precedentes ocurridos en otros lugares de distintas ciudades europeas. En Twitter, la Policía pide a la gente "quedarse en casa y no salir por la ciudad". Ni a pasear, hay cuarentena terrorista.

De nuevo la vieja e hipócrita Europa vuelve a enterrar a sus muertos. En esta ocasión el atentado, perpetrado en las inmediaciones del Parlamento británico (en Londres), ha matado a al menos cuatro personas y ha causado una veintena de heridos en la capital del Reino Unido. El agresor, que viajaba en un todoterreno, arrolló a los viandantes, antes de empotrarse contra la verja del Parlamento. Aún tuvo tiempo de apuñalar a varias personas, entre ellos un agente de policía, antes de ser abatido a tiros. Trevor Brooks, alias Abu Izzadeen, no era ningún angelito: de origen jamaicano y musulmán converso, se le vigilaba por actividades terroristas en grupos yihadistas. Una crónica de una muerte anunciada, más, que adornaremos con lágrimas y flores en recuerdo y homenaje a los fallecidos. Antes de que se vaya el recuerdo y el viento seque las lágrimas de dolor, estaremos de nuevo maldiciendo a Donald Trump. Que al menos no es hipócrita.

A mi amigo, al que considero de la familia, aunque nos separa la infranqueable distancia de millones de dólares, ha caído mal en la Cámara de los Comunes británica. Su presidente, John Bercow, ha declarado que no quiere ver a Donald Trump aparecer para dar un discurso ante las cámaras en una futura visita de Estado al Reino Unido. Está disgustado el bueno de Bercow, que coincide en el veto con el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, más conocido por Jeremías. Por el veto impuesto por Trump a los inmigrantes de siete países de mayoría musulmana. No crea empatía, el del peluquín de color zanahoria, entre los que acostumbran a moverse en la hipocresía política. A mí me cae simpático, a la altura de Jesús Gil y tal y tal. Mientras, el terrorismo yihadista no pierde el tiempo. La Guardia Civil ha detenido en Badalona a dos hombres de nacionalidad marroquí que formaban parte de un grupo vinculado a la organización terrorista Estado Islámico. Realizaban actividades de captación, adoctrinamiento y financiación de yihadistas y ellos, a su vez, se financiaban mediante actividades delictivas relacionadas con el tráfico de drogas y delitos contra el patrimonio. La serpiente no sólo esta viva sino que convive con nosotros. Pero parece que la preferimos antes que tener a nuestro lado al excéntrico millonario. Con él, al menos, podemos recoger la calderilla.

Me abruma. Me causa desconsuelo, en materia de inmigración, la cínica política europea. No hace ni dos días que estábamos en la calle colocando flores en recuerdo a las víctimas de los atentados de París; cuatro en la estación de Atocha, de Madrid; viendo pasar camiones suicida hace pocos menos días sembrando el pánico en los mercadillos, y alerta máxima policial por toda Europa a causa del terrorismo yihadista. Y ahora, nos entra a los europeos, el terror a Trump. ¿Desmemoria u olvido hipócrita?, me inclino mejor por la segunda opción. Va a dar comienzo el plan Donald Trump. Se prepara el del pelo color zanahoria a ejecutar la orden de ordenar la expulsión masiva de inmigrantes de su país, especialmente a los sin papeles, porque ir indocumentado, allende tu patria es una ligereza, que a los pobres no se les puede tolerar.

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