Críticos, un oficio
Los españoles consideramos que la crítica es el verdadero deporte nacional, dentro de ella se esconden por norma general envidias y sobre todo frustraciones de todo tipo, físicas, económicas, profesionales que podemos tener hacia otras personas. Las redes sociales solo han hecho que fomentar estas críticas o envidias, las cuales debemos distinguir de lo que son los comentarios, una observación "Personal", sobre dichas cosas.
Cuando ya llegados a estos personajes televisivos, periodísticos, denominados por ellos mismos, críticos de cine o bien de teatro y que reciben un salario, por sus aportaciones a los distintos medios, me siento la verdad desilusionado, por sus escritos o comentarios. Los medios que les pagan estas opiniones espero que no nos consideren al resto de las personas, que leen o escuchan sus opiniones un poco "lelos". Yo, en mi ignorancia absoluta, escucho música, suelo leer algún libro que otro, asistir a alguna obra de teatro y sobretodo mucho, mucho cine, y nunca a lo lardo de mi vida me he guiado por estos personajes, puesto que sus opiniones personales, no me interesan, quiero verlo, sentirlo personalmente y posteriormente, decir si me gusto a "mí", personalmente, nunca haciendo una crítica, ni positiva ni negativa.
Una canción tienes que escucharla, de un libro me puede llamar su titulo o su portada antes de leerla, y una película su tráiler, aunque luego me desilusionen alguno de estos casos. Estas gentes, si no les gusta un actor por ejemplo ya ven la película supeditada a esa opinión ya formada por su mente, por norma general será una película mala. Ya ni que hablar tiene la crítica de las tres obras de teatro realizada por la señora Eva Vallines en nuestro periódico de LA NUEVA ESPAÑA del miércoles 6 de septiembre, dos de ellas bastante comprensibles o entendibles para el pueblo llano, según deseemos, pero la verdad, la crítica "freudiana", y no me refiero al bello álbum de música de Alan Parsons en el 2012, sino al psicoanálisis realizado sobre la obra titulada vatericidio, desmenuzándola y recordándonos a un premio Nobel de literatura de 1934, el dramaturgo Luigi Pirandello, y al filosofo, sociólogo y psicoanalista eslovaco Slavoj Zizek, todos ellos muy conocidos para ella y no para las pobres gentes que leemos este periódico día a día. Cuando el anfiteatro del Filarmónica con sus 412 butacas están llenas y la dirección del teatro decide abrir más localidades de patio y durante una hora y media todo el público no para de reírse, unas "500 personas" en el estreno, llega a decir en su crítica el problema de algunos actores con la dicción, yo le diría que a lo mejor el problema no es la dicción, sino su audición.
Aladino Fuertes Valdés, La Felguera
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