Bienvenido sea septiembre
Los últimos días de agosto son siempre los más tristes del año, incluso si, como yo, no te has ido de vacaciones. Ningún mes está tan pleno de esperanzas como el mes de agosto, ni siquiera diciembre con los regalos de navidad o enero con el nuevo año. Ningún mes va envuelto en un celofán más brillante y crujiente.
Agosto es la culminación de abril, que para las mentes sencillas como la mía, es el segundo mejor mes del año. Sé que lo refinado es que te guste el otoño, con su luz enmoquetada y deprimente, sus árboles cansados, el café casi frío y los niños suplicando clemencia con los ojos llenos de sueño. Por otro lado, ningún mes tiene una luz tan dura e implacable. En agosto, además, descubres si te has hecho viejo durante el año o si sigues vivo.
Este año ha sido el pórtico de unos de los otoños políticamente más traumáticos que ha vivido nuestro país en toda su etapa democrática. Y ha sido, sobre todo, un aldabonazo contra el conformismo y la cobardía política.
La noticia reabrió las heridas de la matanza, reveló el descuido con que las autoridades policiales atienden o atendieron las alarmas terroristas y puso de manifiesta la facilidad con que se engaña a la población. La reacción del mando político y operativo de los Mossos recordó la reacción del Gobierno español tras las atentados del 11-M
Ya estamos en el temido septiembre. En pocos días el pulso legal catalán y el paso a la desobediencia, que pondrá a los gobernantes autonómicos a las puertas de los posibles delitos de rebelión o de sedición, si hay redaños para esa acusación.
En menos de tres semanas, ese referendo que todo el Gobierno central asegura que no se va a celebrar. Y el 2 de octubre, el día después: el día que los mismos radicales antisistema que impulsan la consulta e imponen las urgencias impondrán también o la proclamación de la república o su reclamación desde la algarada y el conflicto civil.
Bienvenido pues sea septiembre. A lo mejor hace falta que veamos con anticipación el rostro al desastre que se avecina para que estos alegres políticos empiecen a entender qué significa la palabra responsabilidad.
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