Aulas, sexo y cintas de video
Leo carta en esta sección de una persona inquieta por la impartición de ciertas cataduras doctrinales en las aulas. Se ha tomado la molestia quien escribe en destacar que dicha carta la pergeña un doctor en derecho, aspecto irrelevante, ya que lo que se desprende en la misiva no es un conocimiento abrumador de argumentos legales, sino una bilis a disposición de cualquiera con una EGB mal terminada.
Además, o por ello mismo, se me ocurren algunos puntos sobre íes que deseo compartir, por ayudar en el aclarado. Por ejemplo, el caballero en cuestión se alarma, y con toda razón, de que tales doctrinas las lleguen a impartir agentes externos al sistema educativo, como lesbianas y maricones. Pero sospecho que este señor no opina lo mismo cuando esos agentes externos son curas y monjas, metidos, como todo el mundo sabe, desde tiempos del Alzamiento y hasta esta mañana con calzador y sin preguntar en todo el sistema educativo, armados con libros de texto filtrados en las redomas de la Conferencia Episcopal. O algo parecido.
Yo estoy de acuerdo en que a los niños no se les debe dar la lata con que si el sexo es esto o aquello, según quién gobierne, pero llevo eones irritado porque se les cuenten milongas de seres sobrenaturales que hacían magias para caminar sobre las aguas o convertir en sal a los insubordinados. Estas ideologías o creencias, están igualmente en la carrera por extenderse y polucionar a la sociedad toda desde el ámbito escolar y es tan aberrante, o más, que lo otro.
Conclusión: decía Ortega (Y Gasset) que las ideas se tienen y las creencias se son. De manera que, para que no seamos lo que otros quieren, urge un plan definitivo que fumigue las aulas de adoctrinamientos, sean de naturaleza sexual, religiosa o extraterrestre. Meter el dedito solamente en lo que nos joroba porque está al otro lado de la trinchera ideológica es mezquino y mucho más inmoral que el sexo apresurado entre dos coches aparcados. Créame.
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