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«El barbero de Sevilla» no es una tragedia

3 de Enero del 2009 - Joaquina Escudero Augusto (Oviedo)

El martes pasado, día 16 de diciembre, la Vetusta del IX retornó con más virulencia de la habitual al Campoamor. El ceño del Magistral, aparte de sus pateos, se cernía sobre la pobre Regenta confirmando, una vez más, que el paso del tiempo no hace evolucionar a los ovetenses o, al menos, a parte de ellos.

Que yo sepa, «El barbero de Sevilla» es una ópera bufa y, como tal, el que consiga un ambiente divertido y distendido sólo evidencia que está cumpliendo con una parte importante de su objetivo. No hay que rasgarse tanto las vestiduras por la dirección de escena y escenografía, que, a mi modo de ver, fue más que aceptable.

No es fácil encerrar en la sencillez de un cubo toda la trama de la obra, consiguiendo movimiento y cambio de la forma más simplificada posible, y silenciosa, cosa que no hicieron otras muchas producciones «clásicas».

No entiendo cómo los «gags» de las meadas y la depilación pudieron afectar tanto a determinadas personas. ¿Qué pasa, que los condes no mean? (No voy a comentar aquí todo lo que los aristócratas actuales hacen públicamente, pero que es bien conocido...). ¿En qué siglo estamos para considerar transgresora una depilación? Es el espectador el que se inmiscuye en la vida de los personajes, en su quehacer diario, y la directora de escena está en su pleno derecho de optar por los momentos que considere más oportunos. Dejémonos ya de chorradas de lo que el autor consideró en su momento, porque si Rossini viviera, «El barbero» que los puristas hubiesen visto sería con seguridad bastante más ácido...

En resumen, un aplauso a Mariam Clement por sus divertidas opciones –no puedo creer cómo pudo haber espectadores que no sonrieran, al menos, con el «Travolta Almaviva», naïf y divertido–. Y todo esto, acompañado de una dirección musical estupenda y de unos intérpretes que han estado a la altura de los mejores.

Para que la ópera siga viva, señores, de vez en cuando necesita un revulsivo, y éste no ha sido tan fuerte, así que espero, por el bien de nuestras mentes, que la actual directiva continúe en la línea y nos dé la oportunidad de contemplar producciones contemporáneas, junto con las más clásicas, para que a esa parte de los «magistrales» nos le dé un infarto de tanto sufrir..., pero que vayan abriendo un poco sus miras, que yo respeto su opinión, pero ellos han de hacer lo mismo con los demás, y esto va dirigido especialmente al demente que de vez en cuando, en las primeras butacas, vocifera estupideces sin ningún respeto ni a los cantantes ni al resto de los espectadores.

El que quiera ver siempre la obra ambientada en su exacta época que se quede en el sofá de su casa, cierre los ojos y se la imagine; así no le perturbará nada. De lo contrario, ha de aceptar que no siempre todo el mundo tiene su misma visión del espectáculo.

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