Los derechos del toro en Cataluña
No es necesario haber hecho el Bachillerato antiguo para saber que los derechos y las obligaciones presuponen la condición humana. No es imprescindible haber terminado con nota aquel Bachillerato tan completo para saber que el derecho es la consecuencia de un pacto entre hombres, conscientes de su condición, y que extenderlo a los animales es una aberración jurídica e intelectual. ¿Cómo pueden asumir derechos unos seres que nunca podrán ser sujetos de obligaciones? Cosa bien distinta es que a los hombres nos obligue un deber de respeto y protección de los animales. No tiene nada que ver defender la fauna salvaje y a los animales en general, lo que muchos hacemos con pasión, con la absurda sofisticación de otorgar derechos a unos seres que no tienen el más mínimo interés en imitar a los hombres.
Subtítulo: Lo que se debe hacer es defender la fauna salvaje y a los animales, sin sofisticaciones
Destacado: Extender el derecho de los hombres a los animales es una aberración jurídica e intelectual
El Parlament de Catalunya acaba de abrir la puerta a la prohibición de las corridas de toros, acaba de aprobar una proposición de ley sobre la protección de los animales en la que se reconoce por primera vez que estos son seres dotados de sensibilidad psíquica, además de física, y que son merecedores de unos derechos propios de su condición animal.
Hace unos meses se celebró en el Gran Hotel Havana de la capital de Catalunya un Congreso Internacional Antitaurino organizado por la Asociación de Defensa de los Derechos del Animal (ADDA) con el atractivo título de «Corridas de toros: Unión contra la crueldad». Manifestaron su adhesión la Federació d’Entitats pro Dret dels Animals i la Natura, la Comissió de Protecció dels Drets dels Animals, Amics dels Gats Lliures, Darwin Preservació de Titis i Tamarins y otras organizaciones patrióticas. De fuera de la «nació» estaban el Colectivo Antitaurino y Animalista de Bizkaia, la Vida Universal, la Plataforma Anti-Plaza de Toros Multiusos de Cádiz, el Comité Antitaurino Holandés, la Asociación de Defensa del Borrico y Galgos Sin Fronteras, entre otros. A la primera conclusión que se llegó después del congreso es que las corridas de toros constituyen un problema ético, moral y también religioso. También se llegó a la brillante conclusión de que el antropocentrismo excluyente es un error moral, al igual que el sexismo, el clasismo, el racismo o cualquier forma discriminatoria. Y se hizo una defensa a capa y espada de los derechos del toro.
No deja de ser paradójico que en Catalunya, donde no se respeta la Constitución, allí llamada peyorativamente «española», y donde los derechos de muchos ciudadanos no se cumplen, sea precisamente donde más preocupación haya por los llamados derechos del toro. Crea más alarma en el Palau de la Generalitat una corrida de toros que una manifestación de ciudadanos reclamando derechos elementales. Y en un exceso de celo han mandado al último invasor desamparado toro de Osborne para que lo cuiden en la vieja España, que ahora huele a cuerno quemado de toro.
El toro bravo es un animal de una belleza insuperable que merece la máxima protección, pero hacerle olvidar su verdadera naturaleza es degradarlo y, como consecuencia, tenerle poco respeto. Creo que reconocer derechos a los animales, al toro, es ponerlos en un plano de igualdad con el hombre, y es una forma muy eficaz de combatir al hombre como persona. Y creo también que el reconocer derechos a los animales, al toro, es un paso más hacia la definitiva destrucción del derecho, que es una de las características de nuestro tiempo, especialmente en Catalunya.
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