Cantabria quiere apropiarse de Asturias
Las advertencias de Orwell expuestas en su obra 1984, alertando sobre una autoridad que modifica a su antojo el pasado para legitimar su poder, tienen un ejemplo palmario en la provincia situada al este del Deva
En esa comunidad se observa bien el fenómeno aludido, empezando por el propio presidente, que tras haber ostentado cargos políticos en la etapa franquista se decidió a reinventarse como regionalista con la llegada de la Transición. Algo similar ocurre con la propia autonomía, la provincia de Santander mantiene desde tiempos remotos una innegable identidad castellana, siendo considerada como el puerto de Castilla, condición que fue motivo de orgullo para, entre otros, D. Menéndez Pelayo, maestro de historiadores y santanderino ilustre donde los haya. Pero con la creación del estado autonómico se concede el autogobierno a esta región bajo la chocante denominación de Cantabria. Un topónimo sin continuidad histórica y permanecía en desuso desde hace varios siglos, por lo que quizá tendría más sentido hablar de Neocantabria y neocántabros. A diferencia de esta provincia, las otras comunidades norteñas sí conservaron su identidad con el paso del tiempo, lo que permitió que el gentilicio de sus pueblos también evolucionara, así hoy hablamos de asturianos, gallegos y vascos y no de astures, galaicos y vascones.
Pero en Santander, los regionalistas estaban decididos a encontrar acomodo en los nuevos tiempos, olvidando, en algunos casos, su pasado falangista, y a construir su comunidad imaginada, por lo que se decidieron, una vez conseguido el nombre, a dotar de una nueva identidad, diferente a la castellana, a su provincia pese que hasta 1998 el Estatuto de Autonomía contemplaba la posibilidad de reunificarse con las provincias de la Meseta, reflejando por vía estatutaria esa innegable tradición castellana de Santander.
Para tal fin, estos nacionalistas iniciaron un proceso de apropiación cultural que tiene en Asturias su principal fuente de abastecimiento. Elementos clave de la identidad asturiana, como Pelayo, la sidra o incluso la gaita son reclamados como propios por los más acérrimos neocántabros, con Revilla a la cabeza. Esta corriente tergiversadora, encuentra amplio respaldo en las instituciones autonómicas, lo que explica la proliferación de asociaciones y publicaciones que tienen por objeto la difusión de estas delirantes propuestas por todos los medios, especialmente en internet, donde, incluso, se puede leer en una afamada enciclopedia virtual, que el campanu es el primer salmón que se pesca en esa comunidad. A tal punto llega la implicación de los diferentes sujetos de la vida política y cultural de la comunidad vecina en defender estas ensoñaciones, que parece que se está produciendo un proceso de ósmosis entre el partido, las instituciones y algunas organizaciones deportivas y culturales. Es en este último ámbito donde la situación alcanza tintes de irrealidad, siendo muchas las publicaciones que se podrían citar para ejemplificar tal aseveración, pero quizá lo más demencial sea la edición libros sobre la revolución de 1934 en Santander (!) eligiendo como portada la celebérrima imagen del minero de la cuenca asturiana dinamita en mano y las siglas UHP en la boina.
Pero el monstruo orwelliano que se ceba con Asturias encuentra aliados inesperados. Hace unos días fue noticia que una conocida editorial había sustituido el concepto Reino de Asturias por el de reinos cristianos en el libro de texto que edita para Secundaria, sin saber muy bien cuáles fueron los criterios que justificarían ese cambio.
Seguimos a la espera de que desde la propia Asturias alguna autoridad defienda nuestra identidad frente a todos estos desmanes, mientras tanto la imitación de lo asturiano sigue su curso y en Neocantabria tienen desde 2010 un premio para el pueblo más guapo de la provincia, a semejanza de lo que ocurre aquí con el pueblo ejemplar.
Carlos Pérez, Xixón
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