Reflexión marxista
Hace escasos días, una sagaz y asqueada lectora de LA NUEVA ESPAÑA se pronunciaba certeramente desde estas mismas páginas sobre una ominosa Profecía a punto de cumplirse: la progresiva balcanización de esta tierra patria nuestra por obra y gracia de un nauseabundo mix de canallas, corruptos, iluminados, traidores, trileros, delincuentes, babosas y sanguijuelas.
No sé si todo lo que está sucediendo es una tragedia auténtica o estamos frente a una nueva escenificación para darnos gato por libre, serpiente por pez, trueque por victoria y diálogo por soborno o extorsión. No sé si tanta mierda se inscribe en terreno de lo sobrenatural -y resulta que estamos asistiendo al desperezar de una centenaria maldición boabdiliana-, si lo hace dentro del ámbito determinístico -y estaríamos asistiendo a una bien medida conjura contubérnica que, como a panolis pringaos, nos está llevando al huerto, al río o al vertedero de la Historia- , o si, por el contrario, estamos en el difuso campo de lo probabilístico, sufriendo una de esas conjunciones aleatorias -afortunadas o destructivas- con las que la evolución va interpretando los arcanos caprichosos de un Creador que no parece estar a lo que debiera o que, simplemente, está a otras cosas.
Lo que sí sé es que comprendo a los rebeldes catalanes, que desean separarse de una España descerebrada, desnortada, decrépita, inane, acobardada, fofa y pancista cuyos demonios familiares estimulan, cuya clase política propicia y cuya mayoría silenciosa permite, que ellos se muestren como son y que ellos nos pongan en evidencia ante propios y extraños de tal y como somos, ellos y nosotros.
Lo que decía el sabio: es comprensible que determinados socios quieran dejar de pertenecer a un club que tolera lo que tolera a socios como ellos.
Julio Bueno
Oviedo
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