Golpe al Estado

25 de Septiembre del 2017 - Roberto García García (Avilés)

La contracción en la locución tiene su relevancia. En este país existe una notable afición por los pronunciamientos, los más recientes el 18-J y el 23-F, con desenlaces opuestos como bien es sabido. Sin embargo, lo significativo de un golpe de Estado radica en su carácter reversible, como así ha acontecido a lo largo de la historia de España. Por el contrario, el actual envite de una buena parte de la ciudadanía catalana va mucho más allá. El desgaje de una parte de un territorio no tiene marcha atrás, en las sociedades occidentales no se toleraría la posible reconquista, probablemente con violencia, del enclave perdido; sin entrar a valorar las perennes consecuencias de una escisión (sociales, culturales, deportivas y económicas) dada la dependencia interterritorial propiciada por la revolución de las comunicaciones. Que no traten de confundirnos, este conflicto no enfrenta al nacionalismo español con el catalán, una hipotética ruptura, a la que seguirían los previsibles efectos miméticos, agravaría la pobreza de todo un territorio entonces ya balcanizado, donde, como siempre, los mayores sufridores serían los más débiles. En este fenómeno disolvente, como en tantas otras cosas, los catalanes son avanzadilla, la parcelación de los países perpetrada bajo el alucinógeno nacionalista es un síntoma inequívoco del ocaso de una civilización, de lo cual toma nota precisa la barbarie emergente. El felino catalán lleva cuarenta años alimentando su autoestima, en la certeza de que los gobiernos centrales no osarían ponerle el cascabel. Así, en cuanto el malestar de la crisis activó la llamada de la tribu, como diría Karl Popper, los acechantes hechiceros organizaron su particular marcha verde animando a la tropa con su añagaza de posverdad, siendo el único diálogo propuesto el pacto de las condiciones de la rendición: o nos vamos o nos recompensáis por permanecer en España. En este sentido, resulta reveladora la bravata de los crecidos: ahora el miedo es vuestro. La educación totalitaria de Cataluña, reglada e institucional, lleva desde 1978 adoctrinando no tanto en la afirmación de lo propio como en la aversión a lo otro ante la pasividad de Madrid. El tacticismo político al uso de que "arree el que venga detrás" ha desembocado en esta incierta encrucijada. No, mire, Sr. Rajoy, es el último de la fila. Y en esta trabajada involución se salvan muy pocos, porque a propósito de la segunda parte contratante existe un sinfín de tonalidades entre la heroicidad y el canguelo. Cuando nos topamos con un buen cuerpo, liviano de ropa, observamos que es más excitante lo que se intuye que lo que se muestra. Respecto al ´procés´, me ahorro más epítetos, los dejo a la libre imaginación del lector. Ahora bien, si me topase con alguno de los protagonistas de la sedición, sin duda quedaría desnudo, no precisamente para lucir sus encantos sino sus vergüenzas. Las reservas en el cinco estrellas de Soto del Real están solicitadas, ahora solo se espera no tener que anularlas.

Roberto García García

Avilés

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