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Sören Cabal, incalculable tu lección

25 de Septiembre del 2017 - José Viñas García (Oviedo)

Cuando te escribo (siempre con lágrimas en los ojos) me pregunto si hago bien, si no estoy invadiendo una parcela íntima y privada; ya qué ¿quién soy yo para inmiscuirme, opinar y evaluar lo que siente o deja de sentir cada cual, cuando se encara con la tremenda realidad de una enfermedad grave?

Pensaba en ti (22 años), en tus padres, hermanos y abuelos; esos que no dormirán con toda seguridad dándole vueltas a la cabeza, preguntándose ¿Por qué? ¿Qué hacer? ¿A dónde acudir en espera de una respuesta no tan concluyente de algún profesional que pudiera darles esperanza al menos de luchar contra todo sin desmayo? Algo que seguro hará el médico que tuvo que afrontar el dar la difícil notificación. Aunque en este tema, creo, el colectivo médico tiene que estudiar la forma de no "matar a la gente en vida", no sólo al paciente, sino a sus familiares que durante los días, meses y años de la lucha contra la enfermedad, ya sea con resultados negativos o positivos (ya que jamás un diagnóstico fatalista pudiera ser considerado y aplicado a todos por igual, ya que existen individuos que por su juventud, fortaleza mental y física alcanzan a soportar tratamientos y luchar contra la enfermedad por maligna que sea, y logran salir de ella con el asombro de propios y extraños), lo llevan con tremenda angustia y dolor porque los profesionales se entregaron a la fatalidad, al destino; muchas veces para curarse en salud, aunque mejor que sea así, en cuanto a que la resolución será mejor de la esperada. ¡Ya sé! Ustedes saben de esto más que nadie, pero los retos imposibles son aquellos que no se encaran con la ilusión suficiente de lograrlos. Un fracaso no es más que aprendizaje hacia el éxito.

Un diagnóstico, si es poco esperanzador, podría suavizarse con un poco de sensibilidad por todos, incluso aunque el paciente y familiares les digan: dígame la verdad aunque duela. Podrían decirles, que en efecto es gravísima la situación, pero entre todos, profesionales, avances científicos, tratamiento y la fortaleza del enfermo, trataremos de vencer todas dificultades hasta el desenlace o victoria final. Con esto evitaríamos "muertos vivientes", un sinvivir de paciente y familia al ver que los mismos profesionales (en efecto, por experiencia y estadística) tal parece se dan por vencidos antes de tiempo.

También pensaba en los profesionales (un abrazo enorme para ellos) que cada día se enfrentan con casos similares; solo desearles fuerza y ganas de luchar hasta la extenuación contra los imposibles.

Los jóvenes son capaces de lograr el cielo si se lo proponen, con su rebosante fuerza física y mental. Por eso, a estos jóvenes no se les puede plantear imposibles. Estos jóvenes afrontarán las dificultades con más dignidad que lo harán cuando vayan cumpliendo años, donde la valentía y superación de obstáculos va paralela a su decadencia simplemente por cuestión de edad, ya no digamos si a eso añadimos enfermedades y pensiones de ruindad.

Sören: lucha y sigue así de valiente, la lección que nos diste quedará impresa en muchas personas que te leyeron, si luego de todo esfuerzo no superas la enfermedad, confía en Dios, él sabrá por qué hace estas cosas.

Un abrazo

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