Testigo ocular

28 de Septiembre del 2017 - marcelo noboa fiallo (Gijon)

En 1963, el escritor alemán Ernst Weiss escribió ésta magnífica novela que describe la Alemania de entre guerras y la irresistible ascensión del nazismo, bajo la mirada de un médico psiquiatra que, sin quererlo, se va a convertir en el hombre que ayudó a Hitler a poner en valor su fanatismo y su ascenso al poder, para luego sufrir, como millones de alemanes y europeos, la tortura, la muerte y el exilio; mientras Weiss ponía fin a su vida el día en que las tropas alemanas entraban en París, suicidándose al igual que lo hiciera su entrañable amigo Stefan Zweig.

Siendo soldado del ejército alemán Adolf Hitler, en octubre de 1918 fue víctima de la explosión de una granada de gas vesicante lanzada por los soldados ingleses durante la Primera Guerra Mundial, quedó ciego durante un tiempo, hasta que cayó en manos de un joven médico psiquiatra (protagonista de la novela), quien consiguió devolverle la vista mediante la hipnosis. Este hecho, que para el joven psiquiatra supuso una heroicidad científica, para la Historia de Europa del siglo XX fue el mayor desastre de la humanidad.

La hipnosis como método científico sirvió para que el cabo Hitler recuperara la vista, pero éste consiguió "hipnotizar" a todo un país hasta hacerles cómplices de su locura, transformando el mismo en un auténtico recipiente de ceguera colectiva. Por ello Weiss a través de su novela, consigue demostrarnos que el verdadero protagonista fue el pueblo alemán, fue el auténtico testigo ocular. "Yo sabía lo que era H, un fanático, predicaba el odio contra la peste negra, contra el judío. Yo era su testigo ocular, el que le había despertado; yo era el que había obrado el primer milagro en este fenómeno humano...y sin embargo sucumbí ante él. Ante éste Mahoma sin Dios sucumbieron 70 millones de personas... él era, en conjunto, un pedazo de gigantesca mentira, para el que no existía ninguna verdad, sino solo la verdad de su fantasía". De ésta manera consiguió entrar en el Bundestag con 12 escaños en las elecciones de 1928 y, tan sólo 3 años más tarde, transformarlos en 230, con 14 millones de votos.

El pasado día 24 de septiembre se celebraron elecciones legislativas en Alemania, volvió a ganar Ángela Merkel por cuarta vez consecutiva, aunque con una notable disminución de apoyo electoral (del 41% han pasado al 32%). Pero la noticia no estaba ahí, la noticia fue que después de 70 años, la extrema derecha (los nuevos nazis) han vuelto a entrar en el Bundestag y lo han hecho con fuerza: 13% de los votos, 90 diputados, lo que les convierte en la tercera fuerza política, desplazando a liberales y verdes.

Es evidente que la Alemania de 2017 nada tiene que ver con la Alemania de 1930. La Alemania de hoy es el motor económico de Europa, es poseedora de una de las rentas per cápita más alta de la UE. Y la gran mayoría de la población no quiere saber nada de su pasado nazi. Es evidente también que la AfD (Alternativa por Alemania) no cuenta entre sus filas con un Adolf Hitler y, es evidente también, que la ideología nazi de aquella época tendría poco que hacer en la sociedad alemana de hoy pero su discurso antiinmigración, islamófobo y antieuropeo se suma al discurso de Marie Le Pen en Francia, quien fue la primera en felicitar a sus colegas con esta inquietante frase: "Bravo por nuestros aliados de AfD, por su resultado histórico. Es un nuevo símbolo de la rebelión de los pueblos europeos", a lo que el líder del AfD, respodió: "Vamos a recuperar nuestro país y nuestro pueblo".

Con estos mimbres y la aportación de la extrema derecha austriaca, danesa, finlandesa, holandesa... lo preocupante no es que ésta gente llegue a gobernar (para ello las democracias europeas ponen en marcha los correspondientes "cordones sanitarios", véase: Francia), lo preocupante es el repliegue de las fuerzas de la derecha moderada (que participó en la construcción del Estado de Bienestar, tras la Segunda Guerra Mundial) hacía posiciones y políticas cercanas a la extrema derecha para recuperar electores. Las primeras palabras de Merkel tras conocer el escrutinio fueron: "Voy a trabajar para recuperar los votos perdidos".

El capitalismo financiero se frota las manos, porque como ya hemos dicho en otro lugar, las políticas sociales de la UE le estorban, quieren seguir cabalgando sin normas, sin leyes, mano de obra de miseria, y pocos derechos. El avance de las extremas derechas les facilita la labor.

Mientras tanto, las izquierdas discutiendo si son galgos o podencos, convirtiéndose de facto en los testigos oculares del desmoronamiento del Estado de Bienestar Europeo.

Marcelo Noboa Fiallo, Xixón

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