El Hospital Valle del Nalón
Cuando a las puertas del Hospital Valle del Nalón te aproximas, la confianza y la desconfianza se llegan a encontrar, y no sabes si será para bien o para mal. Llegado a urgencias el día 23 de septiembre, a las 17.30 horas, con mi madre, de 88 años, con la cadera rota, la pasan a la sala de espera. Pasadas más de tres horas se acuerdan de que estaba allí, sus papeles se habían traspapelado; después de realizarle las pruebas pertinentes, queda ingresada en boxes y el doctor que la atiende nos pide disculpas por ese pequeño error. A las nueve de la mañana del día 24 me dejan visitarla unos minutos y ella me comenta que al ponerle un acceso vascular en la mano derecha sangra bastante, yo, la verdad, lo creo, pues la sangre está ya seca donde mis pies, sin limpiar.
Lunes, día 25, me comentan sobre las 14.00 horas que será operada al día siguiente, a las ocho de la mañana. Solicitando información sobre la operación, me dicen que lo tengo que solicitar veinticuatro horas antes, con tan buena suerte que la enfermera me comunica en ese momento que el médico es el que acaba de salir de una de las habitaciones; con toda educación le solicito información sobre la operación que le van a realizar, su respuesta es muy sencilla y escueta, la operación se realizará al día siguiente y que todo está perfecto. Seguidamente le comento si todos los papeles están en orden, me pide que le espere un momento y a los cinco minutos el médico que entró no se parece en nada al que se dirige hacia mí, con toda la amabilidad del mundo me explica la operación y lo que le van a hacer. Cuando ya nos despedimos, me comenta que la autorización familiar para la operación está sin firmar. La operaban sin ella, la firmo y evito discutir con él.
Martes 26, a las 20.00 horas, se abre la puerta y le colocan sobre la mesilla la cena, suculenta y abundante, pero al preguntarle a la enfermera que me parecía raro que pudiese cenar, revisa sus papeles y pidiendo disculpas la retira, no era para ella. Al día después, un enfermero, después de realizar alguna cura a alguna de las enfermas, se olvida las jeringuillas encima de las sábanas, con el peligro que ello conlleva. Enseñándoselo, comenta que a alguien se le habrían olvidado.
Este hospital, ya fundado en 1978, es para mi opinión de lo mejor que he visto por muchos sitios, el grado de confianza que siempre me han dado todos los equipos que lo integran es altísimo y siempre he confiado en ellos, en su trato, en su dedicación y en su saber estar. Aunque en esta ocasión los pequeños fallos se han multiplicado. En este momento, la planta de traumatología me lo sigue demostrando, destacando a Luis y a otro compañero suyo, el cual no sé su nombre, pero por más señas creo que es catalán y con coleta, por la dedicación y el cariño con el que tratan a la gente mayor. Mi confianza en vosotros, personas del Hospital Valle del Nalón, sigue siendo muy alta.
Aladino Fuertes Valdés
La Felguera
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