Bicifobias

6 de Octubre del 2017 - JOSE LUIS PEIRA (OVIEDO)

Se expresa un lector respecto a las bicicletas en esta sección. A tenor de su enojo y desazón intuyo que el caballero está convencido de que uno se sube a una bicicleta y se convierte en un gamberro automáticamente. Algo así como si se inyectara un sicotrópico y escuchara un disco de rock del revés. Conviene aclararle algunos aspectos. Soy peatón, ciclista, conductor y conductor profesional. Además, como ciclista y de puro turismo, he recorrido miles de kilómetros por Europa, este pequeño semblante, pienso, me faculta para ilustrar la estrecha mirada de algunos.

Si tuviera recursos invitaría a pasar unos días en Holanda, Alemania o Dinamarca, para que alguno pudiera comprobar que la ciudadanía allí se desplaza mayoritariamente en ese maligno cacharro sin que se les ponga la piel verde ni les salgan a nadie cuernos o rabo puntiagudo, nada, ni siquiera espumarajos por la boca. Al contrario, el respeto y la responsabilidad parecen impregnados en el carácter o hasta en el ambiente; todo el mundo se cede el paso, nadie se roza y encima se escuchan pocos gritos. Yo, particularmente, sospecho que la bicicleta tiene una parte de responsabilidad en ello, pero es otra cuestión, si bien se pueden registrar unos apuntes de mi teoría de andar por casa, a saber:

Complemento Directo, es razonable suponer una relación entre el uso de la bici y la salud general, con el consiguiente ahorro para las arcas y tal y tal.

Complemento Indirecto, se viene avalando por diversos estudios, que existen concordancias entre los desplazamientos ruidosos y la irritabilidad.

Complemento circunstancial, de modo. Y manera. El uso extendido de la bici le ahorra a la ciudad toneladas de agentes contaminantes y las sencillas obras públicas requeridas son difícilmente evaluables en cuanto a su indudable beneficio. En esas exóticas naciones de nuestro vecindario hace lustros que se apuesta por un módico precio por carriles bici contra aparcamientos

Reconozco que los ciclistas españoles arrojan un sonrojante porcentaje de "holligans", desconozco si van dejando un reguero de parapléjicos y mutilados a su paso como denuncia el respetable lector, pero llegados a este extremo habría que considerar lo que ocurre en España y Gijón con los conductores y sus miles de muertos e inválidos permanentes por año. Tampoco perdamos de vista a los peatones españoles. Es decir, que la urbanidad se ha convertido en un vocablo de tatarabuelos, vacío de contenido y en desuso. España es un lugar poco civilizado, esa es la materia verdadera. Muchos ciclistas, insisto en que yo lo soy, en este país, no se caracterizan por su respeto al prójimo, pero basta un paseo por el centro de cualquier ciudad para constatar que ni los conductores, ni los peatones, ni los ancianos, ni las mamás con carrito, ni los estudiantes de FP observan, en general, el menor miramiento fuera de su ombligo.

Espero haber ampliado algunos retrógrados puntos de vista. En otra ocasión, si se me permite, aportaré mi teoría de por qué creo que las bicicletas son el estigma de un pueblo desarrollado.

José Luis Peira, Oviedo

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