LA UNIDAD DE ESPAÑA
LA UNIDAD DE ESPA-A
¿Quién creyera que el mayor impedimento para que España sea una gran nación esté en los españoles mismos?
Nunca antes fue de otro modo. Nunca antes los hijos de esta tierra del Cid y del dos de mayo supimos darnos el mismo nombre y mirarnos como hijos de una misma patria, pero cierto es que tampoco antes la tendencia que infunde a mutilar y a dividir logró labrar una red tan inmensa de ambiciosos césares.
Es cierto que la realidad actual no puede coger de nuevas a quien haya estudiado la índole y los procedimientos de esta unidad babélica, es decir, esta unidad no de orden, sino de confusión, que tiende a echar rasero nivelador sobre todas las nacionalidades que hay en España.
¿Pero realmente España es una unidad de confusión? Conocido es aquel símil de Cicerón cuando, para refutar el sistema de Epicuro, que presumía que los átomos diseminados sin concierto en el vacío habían formado el mundo, dijo tener por más fácil el que un montón de letras arrojadas al aire cayesen de modo que formasen un poema. España es ese poema, es el resultado de un concurso de circunstancias indefinidamente varias: las leyes godas, las romanas, las eclesiásticas, las feudales, las costumbres, los reinos, los privilegios; las preocupaciones y las demandas de todas las clases; las guerras, las turbulencias, las revoluciones, la conquista; todas las virtudes, todos los errores, todas las pasiones; todos estos elementos simultáneamente obrando, y por su mezcla misma y su recíproco influjo, formando combinaciones en número incalculable, han llegado a producir, al cabo de varios siglos, la unidad más complicada y el más artificioso equilibrio de fuerzas políticas que jamás se haya visto en el mundo.
Cuando estos elementos así diseminados en el espacio de los siglos, han podido concentrarse tan hermosamente sin que, entre la innumerable multitud de personas que se han movido en tan ancho espacio, jamás ninguna de ellas haya conocido ni lo que ella misma hacía con relación al todo, ni previsto lo que había de sobrevenir, claro está que aquellos elementos, al caer, fueron ordenados por una mano infalible, superior al hombre.
Tras el mensaje del Rey, que llama a esforzar el espíritu con la consideración de que hacemos causa común con tantos héroes del pasado que lucharon por la unidad de nuestro reino, es más llevadero el descortés tratamiento que nos hiere no por españoles, sino por cuerdos y prudentes.
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