Premio Nobel antiatómico
Tan devaluado está este premio que el otorgado a la campaña para prohibir armas nucleares, escogido entre otros 318 candidatos, no ha suscitado mayores entusiasmos.
Algún comentario se ha añadido sobre su utilidad: ¿no fue contraproducente dárselo al año anterior al presidente colombiano, que pocos días después perdía el plebiscito para la paz, motivo central del premio? ¿No fue "atrevido" y pasmosamente negativo el habérselo dado antes de tiempo al presidente yanqui Obama, antes de mostrar ninguna acción de gobierno, casi todas ellas después en línea de guerra y más guerra, nada que ver con la paz? (por no hablar del "descaro" nobel-ero de premiar a sanguinarios como Kissinger o Shimon Peres, entre otros personajes siniestros).
Con este premio han dicho en Noruega que se pretende "instar a los estados nucleares a que inicien las negociaciones para la eliminación gradual en el mundo de 15.000 armas nucleares". Por ello han escogido a ICAN por alertar de "las catastróficas consecuencias humanitarias" de esos arsenales y por sus esfuerzos para lograr un tratado que los prohíba. ¿podría existir propósito más loable y actual?
Esta coalición reconocida con el Nobel ha sido una fuerza motora del movimiento contra las armas nucleares y ha galvanizado esfuerzos para estigmatizar, prohibir y eliminar este tipo de armamento de consecuencias nefastas para la humanidad y el planeta.
Y, oportunamente, se ha recordado que el 7 de julio de este año 122 países firmaron un tratado internacional contra la proliferación nuclear, aunque desde luego entre esos países no estaban los que tienen armas nucleares ni sus aliados. Entre ellos Holanda que votó en contra en nombre de toda la OTAN, por supuesto de España.
En la teoría escrita con este galardón se busca siempre reconocer a los que contribuyen con el hermanamiento de los pueblos, a la eliminación o reducción de armamento e impulsar la paz en el mundo.
En esos mismos términos de teoría este premio antinuclear debiera suponer una crítica muy activa a los improperios y amenazas cruzadas entre los presidentes de yanquilandia y de Corea, o al desconocimiento de Trump a lo que en términos nucleares se había venido pactando con Irán.
Seguramente que entre quienes más entusiastas y con motivo vayan a estar con el premio escogido se encuentre el alcalde de Hiroshima, defensor de desnuclearización, y aquellas personas niponas que todavía padecen las secuelas de las bombas lanzadas por USA.
Otro personaje que no va a estar para celebrarlo, pero sí muchos de sus millones de seguidores, será Fidel Castro: intenso, emotivo, propositivo y reflexivo propagandista y defensor del desarme nuclear. Si físicamente estuviera nos estaría deleitando con otra de sus "reflexiones", como guías para la acción; y pese a las reticencias y escepticismos ante premios de este cometido, tal vez o casi seguro que habría felicitado al comité noruego por señalar un camino que él desde la Isla Digna no ha dejado de repetir insistentemente.
Y en cierta manera podría considerarse un legado suyo que ahora debiera tener correspondencia en los "movimientos" en la escena internacional, en la ONU y fuera de ella, en aras de preservar la vida en el planeta.
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