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La gente mayor ociosa y caradura

15 de Octubre del 2017 - Ana García Alvarez (Oviedo)

Empezaré diciendo que el único motivo por el que escribo esta carta es porque tuve un juicio verbal hace unos días, y al no poder declarar como parte demandada y quedarme con esta impotencia dentro, sólo quiero desahogarme y contar lo que me ha sucedido.

A priori esto no le importaría a nadie, salvo que sí que estoy segura que a mucha gente le ha pasado lo mismo que a mí. Es decir, dar con gente mayor de pueblo que encima le echa cara a todo, mienten de una manera que no se ponen ni colorados y tienen un ocio y un aburrimiento que está fuera de lo normal.

Voy a relatar sin dar muchos detalles la causa que me llevó a juicio, solamente diré que fue una colisión pasando un cruce, yo conducía por mi carril cuando un vehículo me lo invade y me pega un golpe. Hago aquí un pequeño inciso, no sé si ustedes andan mucho por zonas rurales, yo sí por motivos laborales, y les puedo asegurar que no hay mucha, sino muchísima gente longeva que no debería tener el carnet de conducir. Pero sigo con el relato...

Una vez recibido el impacto de su coche en el mío, veo que conduce un señor, que no se baja, a pesar de que deja media parte trasera hundida. A él sólo se le ocurre decir: “home va...”, cuando yo le digo que si no va a salir del coche a hacer un parte amistoso, y entre enzarzada va y enzarzada, viene, me suelta la gran frase que evidencia con el tipo de señor voy a tratar. Esa frase que está en top ten de las frases faltosas: “¡tarás soltera, porque no hay paisano que te aguante!”. Como si en realidad necesitáramos las mujeres un “paisano” que nos tenga que aguantar, cuando la mayoría de las veces es al revés. Todo muy desagradable, para terminar el señor dándose a la fuga. Antes de ello, como sabía que se iba a marchar antes de que yo llamara a la Policía, le hice una foto a su matrícula, y de ahí posteriormente puse la denuncia. Y por eso se consigue dar con el propietario del vehículo, que era el hijo y con su padre, que era el que conducía.

Me adelanto ya en el relato. Las compañías aseguradoras hacen su trabajo, se perita mi golpe y se hacen cargo las susodichas de todo. Y yo doy por zanjado el tema.

Quién hacía presagiar que seis meses después me llegaría del Juzgado una notificación porque este señor, asesorado supongo que por uno más listo que él, va y me demanda a mí y a mi compañía aseguradora ya a título particular, pasando completamente del acuerdo de las compañías esos seis meses atrás.

Pero aquí viene lo más alucinante. Quieren que les pague mi compañía un golpe que “supuestamente” yo le provoqué. Otro inciso más, yo no fui básicamente porque no existía tal impacto cuando chocamos. Lo cual sólo me lleva a una hipótesis posible, que ese señor y su familia de “caraduras” quieren que les repare mi aseguradora un golpe que yo no les hice aprovechando la coyuntura.

Mi coche entró en el taller a los dos días, una vez peritado el golpe. Qué causalidad que el suyo a los más de dos meses.... Es que algo huele mal y no es el pis de mi gato.

¿Qué pasa entonces?, que casi un año después del golpe yo tengo que ir a un juicio como demandada. La mujer va de testigo, y él con sus santas narices queda fuera del juzgado y ni se persona, supongo que estrategias de su abogada, estando tan notificado para personarse en el juicio como yo. Y encima lo ve todo tanto a la entrada como a la salida del juicio, tan feliz.

Pero hoy a mi humillación de estar sentada en el banquillo como demandada se une a la declaración de la mujer, copilota en el siniestro, que contó tantas mentiras que ni se inmutaba, mientras yo ya no sabía si reír o llorar, oyendo cosas como que casi le mato al marido, que no se sabe que me pasó por la cabeza para cambiar de carril y dándoles “aquel trompazo que todavía se respinga cuando lo recuerda”... Pues nada, señora, no me pasó nada, porque sabe usted, y su marido también, como lo sé yo, que jamás invadí su carril derecho. Jamás, que fueron ustedes los que se saltan el stop e invaden mi carril y me dan el golpe, y en todo caso peritando los desperfectos de su coche y el mío, puede ser que los que casi me maten son ustedes a mí.

Perderé el juicio, y quedarán muy satisfechos, pero les digo desde lo más sincero que son unos caraduras y que no se puede de verdad obstaculizar la Justicia con estas cosas cuando hay gente que en accidentes de tráfico pierden familiares por conductores borrachos, se matan o quedan en silla de ruedas.

Pero nada, en su conciencia les queda, y enhorabuena porque son los “abuelos entrañables y cariñosos” que todos quisiéramos tener.

Ana García Álvarez

Oviedo

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