Cachete a los hijos
Hace algunos días estuvo en boca de todos la madre que un juez declaró culpable por maltrato a su hijo, con pena de prisión y alejamiento de éste. Nos estamos volviendo todos locos; nadie, ni esa misma mujer, está de acuerdo con el cachete, pero ¡por Dios que es necesario en algunos momentos!
Con ese artículo, todos estamos balanceándonos en un hilo, con caída hacia el abismo de lo incorrecto, del delito, con final en penas de cárcel o alejamiento de nuestros hijos, y todo por un cachete. Por cierto, hijos que, por mucho que los jueces velen por ellos, sus mamás y papás los quieren infinitamente más y mejor que este cruel juez, aunque aplique la ley al pie de la letra; sabemos todos que hay casos mucho más escabrosos y sangrantes, donde las penas no son aplicadas tan así, como la ley les marca. No se puede vivir en un constante miedo, pedir seguridad absoluta a nuestra existencia o hacer leyes que antepongan lo absurdo defendiendo, en este caso, al niño para dejar indefensos a los padres y tratarlos de cuasi agresores de quienes aman por encima de sus vidas. Ocurre lo mismo con otras leyes aprobadas, como la de violencia de género, donde para amparar a la mujer a los hombres en general les enmarcan como agresores en potencia. Por todo ello, me niego a formar parte de ese mundo nórdico, donde copiamos todas esas leyes avanzadas en defensa de un mundo mejor; cuando ellos mismos, esos países, con todas esas leyes viven una vida individual sin arraigo familiar, donde les faltan hasta los rasgos de la sonrisa, que sólo son posibles con la felicidad compartida. Y no pueden compartirla por temor a ser declarados agresores o delincuentes por tanta ley «proteccionista» y deciden apartarse del riesgo, que no es otro al que nos llevarán sus leyes, a preferir quedarnos sin hijo o un compromiso de pareja, a que mañana ambos sean quienes nos precipiten a la cárcel y a ser considerados agresores de seres queridos.
Nuestros padres tendrían cadena perpetua; nuestros maestros, la pena de muerte, ya que nos dieron cachetes; pero lo siento, politiquillos y jueces sin seso, amé a mis padres y quise a mis maestros, los sigo queriendo; porque prefiero sus cachetes a vuestra sentencia ligera de cascos y sin escrúpulos.
Quiten y no pongan más leyes que nos impidan educar, amar, enfadarnos y reconciliarnos. Déjense de ser idiotas, la vida es riesgo; sin riesgo acabaremos comidos y agredidos por los mismos que nos quieren tanto proteger. ¡Déjenme educar a mis hijos! ¡Déjenme equivocarme alguna vez sin temor a que me encarcelen! ¡Déjenme, déjennos!
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo