Divorcio

14 de Octubre del 2017 - Manuel Diaz Estrada (Forcinas (Pravia))

Los españoles seguimos estos días los acontecimientos sobre la independencia de Cataluña del resto de España como si del divorcio de un matrimonio mal avenido se tratara. De una parte, Puigdemont; de la otra, Rajoy, el matrimonio entre ambos hace tiempo que no funcionaba, ya no existía química ni buen rollo entre ellos, más bien todo lo contrario. Y esa ruptura matrimonial que nos venden por capítulos, como si de un culebrón televisivo se tratara, intentan solucionarla con el intercambio de cartas. Y no cartas de amor y de entendimiento, precisamente. Cartas que van de palacio a palacio. Puigdemont le dice al gallego, en una misiva enviada desde el Palau de la Generalitat, “que de acuerdo con los resultados del referéndum del pasado 1-O, se ha declarado la República Catalana independiente”, pero a continuación le matiza: “queda suspendida, hasta que no haya diálogo” con la otra parte del matrimonio, es decir, con Rajoy.

El presidente de todos los españoles, que quiere seguir siéndolo también de todos los catalanes, recibe la misiva en el palacio de la Moncloa, rodeado de toda su familia del PP, y le contesta al catalán declarado en rebeldía: “Le doy de plazo hasta el próximo lunes a las 10, para que confirme si ha declarado la independencia de Cataluña; si la respuesta es positiva, o remite a la declaración del Palau, el Ejecutivo dará un nuevo plazo, hasta el jueves, antes de aplicar totalmente el articulo 155 de la Constitución”.

Entre carta y carta, los dos miden sus fuerzas. Son cartas envenenadas, cartas de despecho, pues los dos saben que se juegan mucho en esta especie de partida de mus. Las estancias son amenas y para conservarlas tienen que jugar limpio, pues las plazas son eventuales y los dos pueden salir de inquilinos.

Mientras este intercambio de cartas se sucede, mientras los comunicados de prensa no nos dan tregua, mientras las manifestaciones toman las calles y plazas a lo largo y ancho de toda la geografía española, y miles y miles de ciudadanos enarbolan banderas de todo signo, el resto de los españoles asistimos atónitos a esta amenaza de divorcio que ni entendemos ni aceptamos. España, en su conjunto, es una gran nación, rica, plural y diversa, rica en historia y en progreso. Por eso, que un matrimonio de políticos mal avenidos ponga en peligro todo ello es muy preocupante, si tenemos en cuenta que ambos intentan solucionar un problema político de tanto calado y de tanta trascendencia como este sin sentarse a dialogar cara a cara. Lo quieren ventilar mediante el intercambio de cartas, de mensajes sin contenidos profundos ni concretos, sólo meras amenazas recíprocas que nada más nos están llevando a la desazón, la incertidumbre y a un futuro cada vez más incierto y peligroso para este país.

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