Cataluña: las posturas de unos y otros
Lo repugnante tiene más fuerza y pervivencia en el pensamiento, muy limitado, del ser humano. Los más malos tienen más recursos que los menos malos. Buenos hay algunos, pero son tan pocos que realmente carecen de peso específico.
Los recursos están ahí, todos los conocen, lo que establece la diferencia entre perdedores y ganadores, buenos y malos, es que los primeros se retraen un tanto a la hora de echar mano de ellos, mientras que los segundos carecen de condicionantes éticos que les hagan remilgados a la hora de usarlos.
Abramos el abanico de la actualidad. Rajoy, Sánchez, Iglesias (madre de Dios, cómo puede coincidir mi apellido con el de este engendro), Rivera, Puigdemont ...
Puigdemont provoca el caos y muestra su deseo inequívoco de acrecentarlo. Le apoya una caterva totalitarista que se encuentra así en su salsa, el caos.
Iglesias le apoya –a Puigdemont–, inequívocamente, y tiene cinco millones de españoles, al menos eso dirán sus papeles, que le apoyan a él.
Sánchez, promotor de adaptar la legalidad a la ilegalidad para que ésta se haga realidad consentida y él haga realidad su sueño de ser el mocín de la película, tiene seis millones de “papelados” como españoles que le apoyan.
Rajoy, el funambulista perfecto, se encuentra tan encantado de sí mismo en el alambre que su leitmotiv es quedarse a vivir en él.
Rivera considera que lo ilegal y caótico no debe prevalecer y, lógicamente, se debe actuar para que esto no suceda.
¿Quiénes ganan y quién pierde?
No es menester que se lo diga, ¿verdad? Pobre Rivera.
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