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Carencias y desatenciones en San Isidro

4 de Febrero del 2010 - Pelayo Álvarez Fernández (Oleiros (La Coruña))

Soy usuario de la estación de esquí de San Isidro desde comienzos de los años 70. Aun cuando resido en La Coruña desde hace ya casi 15 años, continúo acudiendo con mucha frecuencia (soy titular de «forfait» familiar anual) y además procuro que mis buenos amigos aficionados gallegos también me acompañen a la que bajo mi punto de vista es la estación de la Cordillera Cantábrica con mayores posibilidades, algo que empiezo a considerar como un hipotético deseo más que una realidad.

He de confesar que, día a día, me resulta cada vez más difícil poder defender las situaciones de carencias y desatenciones que se nos presentan. Me resulta difícil, y me apena, poder explicar a mis acompañantes y amigos, algunos acuden por vez primera a San Isidro, cómo, con situaciones óptimas en cuanto a cantidad de nieve, hay pistas que no se tratan (esta pasada semana el estado de las pistas azules del sector de Requejines era propio de una estación de ínfimo nivel y ¿deslizarse? por ellas era una auténtica aventura). Me resulta difícil argumentarles por qué la silla de Requejines está cerrada sic porque hay poca gente, ¿acaso no pagan el importe total del forfait los clientes que ese día acuden a la estación? Me resulta difícil justificar, en aras de seguir defendiendo la estación, que la silla de Riopinos no esté cuidada en su tramo final (donde se desembarca) con la suficiente cantidad de nieve para evitar que se produzcan incidentes como el que nuestro grupo presenció días atrás cuando un usuario se accidentó al intentar desembarcar y encontrar madera bajo sus tablas en vez de lo que debería ser una adecuada capa de nieve, elemento del que estos días disponemos de forma tan abundante.

En las circunstancias actuales entiendo que, con ser muy importante atender del mejor modo posible la afluencia de aficionados que acuden a la estación los fines de semana, hay un público que debido a que sus circunstancias se lo permiten pretende disfrutar de San Isidro en días laborables y la obligación de los gestores de la estación es que ésta funcione con unas condiciones óptimas de seguridad, confort y atención que permitan fidelizar a todo este colectivo, colectivo que debido a circunstancias socioeconómicas y demográficas va en aumento.

Habrán notado no me he referido a un muy deseable y elemental nivel de «apresky» que entiendo podría dar un valor añadido a la estación. Una pequeña inversión en las áreas de descanso establecidas con unas terrazas al menos mínimamente dotadas con un mobiliario digno, al estilo de las estaciones punteras que priman en nuestro país, reforzaría San Isidro y ayudaría a suavizar las carencias comentadas.

Créanme, gestores, permitiendo todas estas situaciones, están a punto de perder al que hasta hace poco era un entusiasta propagador de las bondades de esta querida estación, y, lo que es peor, estarán dejando pasar una oportunidad de asentarla en la posición de liderazgo que por sus peculiaridades le correspondería ocupar.

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