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La sanidad no coge el teléfono

30 de Octubre del 2017 - José Viñas García (Oviedo)

La sanidad pública asturiana sigue el camino hacia el abismo, con gestores nefastos y consejeros peores, que temen poner mano dura allí donde ven dejadez y desidia a raudales.

Donde las listas de espera ¡ya no es que sean escandalosas! Es que debieran ser de juzgado de guardia. Nuestros hospitales, de públicos solo les quedan la subvención y financiación. Estos recintos ya pasaron hace tiempo a propiedad de los empleados, en vez de un servicio ecuánime hacia todos los usuarios, sin necesidad de enchufe para ser atendidos en tiempo, forma y manera.

Con lo que cuesta denunciar y criticar a los que creemos "necesarios y aclamados profesionales". Siendo los más elogiados, respetados y reconocidos profesionales, vemos que cada día son más las denuncias y críticas públicas ¿que no pasará con las que no salen a la luz?

Por funcionar, ya no funcionan ni los que cogen el teléfono, no la centralita, que sí atiende rápidamente y marca el destino requerido, pero la secretaría del especialista de turno con el que desea comunicar, aplazar citas o anularlas, jamás está, si están, siempre tienen la coartada para no responder al incordio de quejicas al otro lado del teléfono, es así de cruel, nada costaría, si se tiene intención de estar a disposición y ayuda de los pacientes, un simple, mensaje gravado: enseguida le atenderemos o le llamaremos nosotros inmediatamente ¡pero, no! el ring-ring se hace insoportable, siempre pensando que podrías estar molestando a un-a empleado "folgado". Están para eso, pues siempre tienes que perder una mañana intentándolo y por último acudes en persona. ¡Ya te vi Don Juan! te encuentras que están de puente, se fueron antes, o nadie sabe por dónde andan por tamaño edificio. Hagan la prueba, llamen al teléfono que el especialista les dio, o al departamento, despacho o consulta que necesitan consultar algo; verán que es tarea imposible. Un día atrás, debía de aplazar dos citas, médico y extracción de sangre, pues he tenido que acudir allá para tan poco trámite, la de extracciones estaba solita, y el teléfono sonando, igual sería el mío que de tanto marcarlo con anterioridad, en reminiscencia seguía resonando. Allí muy amablemente me aplazó la cita, pero el teléfono sonaba y sonaba sin intención de cogerlo, en esta ocasión igual tenía la coartada perfecta, estaba un paciente en la ventanilla. Iba a decirle algo, pero ¡para qué!, te soltará que está sola, que sus compañeros están de bocata o algo parecido, que a todo no puede...

La otra era que la secretaria y la médico estaban de puente ¿casualidad? ¡No! otro día puede que sea más serio: de vacaciones y sin sustituto. Ya no digo lo que ofende aún más: en la entrada de los pasillos suelen estar dos, tres o cuatro de esas veteranas enfermeras o auxiliares que no saben dónde colocarlas hasta la jubilación, o tienen un enchufe de primer orden ¡las ves con unas ganas enormes de atenderte al instante y solucionarte tus dudas! Es que te miran y no te ven, cuando llegas están de cháchara, pero cuando llegas se colocan en posición y formación de faena. ¡Carraspeas primero! para que se den cuenta que estás, que no eres un fantasma, luego un ¡buenos días! Ya sabes que debes esperar un poquito, les preguntas, te dicen dónde ir, al pasillo al fondo la primera puerta a la izquierda, vuelves y le dices que no hay nadie, la respuesta perfecta: nadie sabe nada, y menos darte una salida a tus necesidades, que pudieran ser importantes, urgentes o no, cómo era mi caso. Te vas con cara de invisible y más que enfadado contigo mismo por no haber denunciado tanta dejadez y desidia, pensar que quienes les mandan, seguro están pasándolo tan bien como ellos-as.

Es cierto que lo grave de la sanidad no son estas cosas, pero, por esto se empieza a apreciar el deterioro de atención, actividad y diligencia que existe. Nadie quiere ponerle orden a este desorden. Poner a trabajar a todo el mundo, que todos sepan que los pacientes y familiares son la parte primordial y única, del ser y existir de este armatoste público; sin ellos, ustedes sobran todos.

Cómo ven, la sanidad pública es una empresa que funciona cada día a peor; podemos mirar para otra parte, babearnos de repetir que tenemos la mejor sanidad del mundo, pero, la realidad supera la peor de las pesadillas. Es cierto que existen muchos profesionales que se entregan cada día en cuerpo y alma, pero hay muchos más que no debieran estar cobrando de nuestros impuestos. No merecen estar, consintiéndolos estamos perjudicándonos a nosotros mismos y al resto de profesionales.

Jamás acudí al trabajo y le dije a nadie, "hoy no estoy para bromas", "me enfadé con la mujer", "dormí mal" o "necesito unas horas para llevar al perro a operarse"; siempre traté de cumplir cada día, aparcar los problemas personales y atender mi responsabilidad. La mayoría de trabajadores de nuestros hospitales, en una empresa privada o pública en condiciones, les hubieran despedido al tercer día.

José Viñas García

Oviedo

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