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España es convivencia

20 de Octubre del 2017 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

Hay muchas Españas y todas se hallan en este mundo. Pocas realidades de Estado-nación han derivado en tantas bibliografías, conferencias y polémicas sobre su identidad. Todas las sociedades y comunidades políticas contemporáneas presentan un alto grado de diversidad y complejidad internas y eso cuando no hay profundas divisiones y fracturas. España es plurilingüística y diversa, pero no es en absoluto un mosaico étnico ni tribal, sino una nación de ciudadanos con garantías. Cuando se habla de “nación” no es lo mismo la étnica-cultural que la liberal fundada en la soberanía nacional, concepto abstracto que coincide con épocas de sufragio censitario, consolidación del “moderantismo burgués” y superación de vestigios feudales. La “soberanía popular” llevará aparejada el sufragio universal y hoy se ve reflejada en amplios mecanismos de participación dentro de la democracia liberal representativa avanzada. La democracia actual, realmente existente, liberal de mercado, pluralista y con una gran aportación socialdemócrata no es ni la “democracia orgánica” ni una democracia asambleísta, popular o directa. El nacionalismo español existe y se fundamenta en parte en lo de la “nación más antigua de Europa” y los 500 años de unidad desde los Reyes Católicos. Habrá que traer a colación a este respecto que entre 1469 y 1707 existió unidad de monarquía y pluralidad de naciones, cada una de ellas con su peculiar categoría y con su propio ordenamiento jurídico. Fueron los Borbones los que unificaron y centralizaron administrativa y políticamente los territorios siguiendo el modelo legislativo castellano. Actualmente, la Constitución española proclamando en todo momento la existencia histórica, cultural y nacional de España como “patria común e indivisible” de todos los españoles también habla de nacionalidades y “pueblos de España”, aunque el modelo oficial del Estado nunca ha sido especialmente proclive al intercambio entre las distintas realidades culturales de España, creándose un nacionalismo fuerte periférico, legítimo, pero con un viraje beligerante en comunidades autónomas como Cataluña, donde no se busca sólo declarar unilateralmente la independencia sino ver cómo movimientos sociales extremistas a través del escrache y la protesta continua desgastan las instituciones, radicalizan y crispan la situación hasta romper la cuerda, ocasionando un régimen de incertidumbre y nacional-populismo ultraétnico antiparlamentario, vulnerador de toda garantía legal propia de un Estado social y democrático de derecho avanzado. “Nación”, “pueblo” y “democracia” son términos oscuros y polisémicos. Es relevante que se asegure la primacía del pluralismo, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad.

José Luis López Tamargo

Oviedo

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