Volver a ser langreano
Camino, invisible. Observo, transparente. Este valle no comprende que el tiempo duele al respirar, cuando el aire entra, arde y ahoga. Ni me arrepiento de haber regresado, ni me alegro de no haber olvidado. Langreo, porque es de lo que estoy hablando, no es hoy muy diferente a aquella villa de "clase obrera alta" en dulce decadencia y con algún que otro resabio pequeño-burgués que dejé atrás hace tres lustros. Cambio sin evolución. Un amasijo de recuerdos envueltos en cemento y hierros, un legado de aquella mal llamada reconversión impuesta por los poderes económicos europeos que en apenas veinte años convirtió nuestra comarca en el paradigma de la emigración y la crisis industrial. Bajo la taxativa evidencia materialista de lo fugaz que es la vida, convencieron a nuestros mayores de que su trabajo no era productivo, porque el carbón había dejado de ser rentable dentro de la lógica del mundo globalizado. La dinámica evolutiva del mercado resolvería todos los problemas. Aseguraban que renunciar a nuestro tejido productivo era el justiprecio a pagar para sumarse al progreso, lo contrario sería arcaico y embrutecedor. Afirmaban que la lucha del movimiento obrero pertenecía al ayer y construyeron un Olimpo al que sólo estaba permitido acceder con el carnet de la nostalgia. La paz social debía construirse a través de la negociación y el pacto, sin más pólvora ni humo que el "savoir faire" sindical en los despachos. Todo aquello tuvo mucho de consentimiento, pues requería de fumar cigarros habanos, consistía en consultar el calendario, se trataba de engañar al minutero relegando lo importante a secundario, confundiendo lo inminente y lo postrero. Los papeles fueron contundentes, las plumas implacables. Escribieron la historia de nuestros destinos, nos condenaron a ese vacío que se siente si te ocultan, si te engañan y te olvidan... Entre un futuro que no llega y un pasado que se resiste a morir existe una tarea apremiante y común a los intereses de los jóvenes langreanos, a saber, la autoafirmación, que no reafirmación, de la vida local. Pues lo segundo sería abordar la problemática de las nuevas generaciones desde una perspectiva mitológica y evocadora de gestas, lo cual resulta innecesario a la par que infructuoso. Muy al contrario, se trata de partir de una concepción realista y pragmática, sin temor a reconocernos como sujeto social heterogéneo y plural con una idiosincrasia autóctona configurada por nuestros antecedentes históricos. Yo decido el langreano que quiero ser.
Jesús Rodríguez Sendarrubias
Langreo
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