Fuego cruzado

23 de Octubre del 2017 - JOSE LUIS PEIRA (OVIEDO)

Algunos recordarán un atroz incendio forestal de hace unos años. Circuló con el tiempo la angustiosa llamada telefónica de unas personas a punto de morir solicitando el auxilio de medios inmediatos sobre sus propias cabezas. El esperpento de la inacción subsiguiente quedó remachado con la evidente inutilidad de esa llamada pues al otro lado de la línea estaba una pobrecita, sin duda con un contrato de risa, incapacitada para gestionar algo más complejo que bajar a un gato de un chopo.

Seguramente sus superiores y responsables estaban ese día en la playa, ufanos de que las cuentas cuadrasen con precisión política, con ese arte que se dan para escatimar dietas y ajustar contratos de obra a tiempo parcial con bonificaciones por minusvalía y cotizaciones subrogadas. Pero lo sugestivo, acaso, fue el proceso mental de la persona que atendió esa llamada; para ella existía un muro que le paralizaba a la hora de tomar decisiones, y es que los medios aéreos que se requerían, por ser los más próximos, correspondían a otra comunidad autónoma. Es decir, en su cabeza rebotaba cualquier voluntad contra una frontera.

Cabe suponer que desplazar material de una comunidad a otra requiere un confuso y enmarañado protocolo de firmas, supervisiones, asesorías y vainas ajenas al más común de los sentidos: que el medio natural y sus incidencias nada saben de las fronteras de los hombres. Un agudo lector señalaba en esta misma sección, y sin el ventajismo de los sucesos ya acontecidos, en esa dirección, reclamando una amplitud de miras que el territorialismo provinciano y la murga de las patrias cercena. Porque es indiscutible que Villatortas de Arriba puede ser de los villatortanos, su fuente, su pub y el camino al cementerio, pero el monte que lo rodea es de todos. Y todos es todos, incluso los chinos de Taiwan.

Pero las fronteras no sólo son políticas o administrativas, también las hay mentales, ideológicas o costumbristas. En estos días de fuegos provocados en masa se han podido contrastar multitud de opiniones, algunas evidentemente proceden de personas que sin duda tienen un contacto con el campo algunos domingos y por eso se pueden permitir el lujo de señalar como culpables a melenudos en bicicleta o al rojerío ecologeta que impide que se limpien los bosques para que los lobos puedan seguir comiendo niños y niñas. Hay que ver.

Naturalmente, esas fronteras se extienden a administraciones en las que no siempre están los mejores, es sabido que Medio Ambiente, Ganadería y Forestal no tienen el relumbrón de otras áreas a la hora de repartir cargos y recursos con lo que no es raro encontrarse por allí a lumbreras con ideas de todo a cien y escasos medios.

También, en esos reductos del pensamiento y el comportamiento, topamos con algunos que consideran que el campo es suyo y esgrimen hasta el aburrimiento la corta idea de que las cosas siempre se hicieron así y de que los de los despachos nada saben del medio. No, los de los despachos sólo saben dar subvenciones, parece ser.

Incluso los medios informativos se estrellan contra su propio muro, partiendo de unos supuestos idealizados de cómo son las cosas, lo que les impide explorar otras líneas informativas previamente investigadas.

Así las cosas presumo que todo seguirá igual para que nada cambie. La rabiosa actualidad volverá a enfocar a otras áreas y cenizas a la mar. Es lo que toca.

José Luis Peira, Oviedo

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