Acabar de una vez
Quien me lo iba a decir. Pero tengo que reconocer que Aznar, ha estado pleno y atinado, advirtiendo que la reforma constitucional de la que se habla “no debe ser el pago a plazos de lo que ahora no estamos dispuestos a pagar al contado al secesionismo”. En efecto, no se puede prometer una reforma constitucional donde se les dé a los nacionalistas más argumentos, fuerza y concesiones que las que tienen para que en un plazo corto, les tengamos prestos y dispuestos a declarar lo que para entonces ya no podremos impedirles si les concedemos competencias vitales; en vez de limitarlas, como pide la experiencia de estos días. Educación, Hacienda y Seguridad deben estar en manos de los poderes centrales. Porque (para eso) tiene razón Aznar: dárselo ahora al contado y evitaremos lo que está por sobrevenir.
No hacía falta que Aznar lo dijera, en efecto: “el secesionismo catalán ha sobrepasado todas las líneas rojas que creíamos que existían ante un desafío de semejante magnitud a la ley y al orden constitucional”. Por ello, reclamó al ejecutivo de Rajoy una respuesta más contundente al desafío independentista, considera que “los silencios se han interpretado como debilidad y no como muestras de prudencia”, y se ha inculcado en las mentes una independencia gratuita, dorada y saludada por el mundo, cuando la realidad es la fractura social y el descrédito internacional. Sigue diciendo, que es un momento crítico de nuestra historia y nadie puede abdicar de su responsabilidad, sea cual sea su ámbito de actuación.
O lo que es lo mismo: Quien gobierna, si no está dispuesto a hacerlo, si está remiso, si tiene miedos, si es débil... debe irse. Ya que su mandato principal es cumplir y hacer cumplir la Constitución y las normas que emanan de ella.
Decía no se quien: “hay cosas que acaban mal, porque si no, no acaban”. Ese será el camino de este conflicto, acabarlo de una puñetera vez. Es que está enfrentando a ciudadanos españoles de dentro de Cataluña y fuera de ella; frenando la recuperación económica, poniendo en serio riesgo la estabilidad, unidad y el prestigio de España. El parlamento catalán está paralizado desde años, ya que su único orden del día fue y es planificar un golpe de estado en toda regla, donde se saltan todas las normas de convivencia, constitución y leyes. Todo eso no puede seguir en manos de quien lo quiere destruir todo, sin importarle nada; hasta piden a voces un corralito, que las empresas se vayan y que las fuerzas del orden entren a saco para ellos, desde la ruina, reaparecer cómo víctimas de un sistema opresor, que los relega a gestionarse a sí mismos la miseria en la que dejaron a toda Cataluña ¡tiene que pararles los pies!.
La educación y los medios de comunicación necesitan un aclarado allí, formaron catalanes para esto, para un narcisismo colectivo, donde todo lo que no sean sus ideas y lo que llaman sentimientos, son odiados y repudiados. Los poderes del Estado deben tomar cartas en el asunto, están cometiendo una agresión contra nuestra democracia, nada de seguir consintiendo sentimentalismos narcisistas, si estos no están encauzados dentro de la Ley, los derechos democráticos y las bases legales que nos marcamos entre todos para una convivencia posible.
El Gobierno puede seguir tan condescendiente con quien está dañando seriamente nuestra estabilidad en todos los sentidos: “Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es creer que una chispa no puede incendiar el bosque” , Muslih-Ud-Din Saadi.
José Viñas García, Oviedo
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