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Cuando un amigo se va

4 de Noviembre del 2017 - marino iglesias pidal (Gijon)

JNos ha dejado José Manuel Quintanal, para mí, el Roxu.

No guardo muchos recuerdos especialmente gratos de mi niñez. En los muy pocos que tengo de esta índole, que con frecuencia repaso y que hoy me llegan en conmovedoras y mansas oleadas, está el Roxu.

Ellos eran mayores, 24, 25, 26, nosotros unos guajes, 13, 14. Ellos eran, fundamentalmente, el Gunman, el Fonta y el Roxu. Menudos partidos echábamos en la acera. El Fonta era un artista, un Messi en la acera de aquel momento, no había forma de quitarle la pelota. Cuando no jugábamos partido, lo hacíamos a centros. Formábamos la delantera en la carretera con el Gumman de portero en el paredón de Lola. Yo centraba, el principal rematador era el Fonta. El Roxu de espectador, de traje y con zapatos de vestir, no estaba para jugar. Era la nota discordante. Todos con mono, ropa de trabajo o medio ajada, y alpargatas o botas desgastadas, por supuesto sin vestigio alguno de lustre. El Roxu siempre trajeado y con zapatos bien lustrados.

Yo leía novelas, del Oeste, en aquel tiempo de M. L. Estefanía, que, dicho sea de paso, todos identificábamos como María Luisa Estefanía, hasta muchos años después no supe que no era María Luisa sino Marcial Lafuente. Bueno, pues el Roxu me las dejaba con mucha frecuencia. Se mostraba muy repipi, y no sé por qué. Siempre me decía: Te la dejo, pero no me la devuelves sin estropear. A mí me molestaba. ¿Por qué dices eso, acaso te estropeé o no te devolví alguna?

En muchas ocasiones el Roxu me llevaba al cine con él. Me llevó a conocer la pecaminosa sala de variedades Arrieta.

La cuadrilla de guajes del barrio teníamos lo que casi se podría llamar obsesión por el músculo. Nos la pasábamos rodeando los bíceps con un cordel a ver quién medía más. Íbamos de vez en cuando a dar saltos en el gimnasio de La Sindical, pero no desarrollábamos mucho, al menos para nada lo que hubiéramos querido. Alguien, no sé quién ni cómo, trajo a colofón el método de Charles Atlas, que no necesitaba de ningún artilugio para desarrollar los músculos. Por supuesto que nuestras posibilidades hacían imposible el mínimo pensamiento de comprarlo. Pues mira tú, el Roxu me lo consiguió. Por lo visto, de un compañero de trabajo que lo tenía y le permitió fotocopiarlo en la oficina. El método "Tensión dinámica del hombre" más perfectamente desarrollado del mundo fue un logro, sin duda alguna, espectacular.

Me fui del barrio cuando contaba quince años. No volví a tener contacto con nadie de allí hasta hace, qué casualidad, quince años. He saludado a algunos que están, con los que compartí aquellos tiempos, pero he dejado de hacerlo. Los adultos tienen más peso en la memoria de los que eran guajes, que los guajes tienen en la memoria de los que ya eran adultos.

Me gustaría seguir escribiendo, rememorando aquellas vivencias, lo seguiré haciendo, aunque no por escrito. Ahora, sobre todo, tengo que tratar de pasar la ola que se me quedó encrespada en la garganta.

Los recuerdos hacen, son parte, de lo que uno es. Hoy, al irse el Roxu, me siento un poco menos yo.

Inapelable, "dese el nacer al morir lo que llamamos vivir es ir perdiendo la vida", hasta quedarnos sin ella, y no tenemos más remedio que aceptarlo así.

Marino Iglesias Pidal, Gijón

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