La pesadilla llega a Asturias
Ante los sucesos de Cataluña es mucha la gente que se pregunta cómo hemos llegado a esto. Parece obvio que la lengua, la llamada "normalización lingüística" ha tenido mucho que ver. Por ese motivo llama la atención que sea en este momento en el que la Federación Socialista Asturiana da un giro de 180 grados en relación al bable y pasa a defender su oficialidad.
Para lograr un pacto de la izquierda lo que importa no son las listas de espera, las residencias para mayores, el paro o la marcha de nuestros jóvenes. La clave de bóveda es la "oficialidá". La izquierda pasa de defender la igualdad y el progreso y lo sustituye por la defensa de la identidad. La izquierda zombi.
Porque la igualdad y la identidad son incompatibles, cuando se prima la identidad se discriminada a todos aquellos que no comparten algunos de los rasgos que el nuevo clero secular define como tales. Recientemente Tony Canto ilustraba esto en el Congreso de los Diputados cuando comparaba los apellidos más comunes en Cataluña y los de los parlamentarios catalanes.
Una lengua es un instrumento de comunicación y si no sirve como tal podemos decir que sea una lengua. Este es el caso del bable o asturiano en la actualidad. No es un instrumento de comunicación y ni siquiera puede decirse que esa lengua que se define como propia -el asturiano- sea la lengua materna de un solo asturiano. Quiénes lo hablan solo es después de un proceso de aprendizaje del que ahora parece que quieren recoger los frutos. Que una lengua tenga pocos hablantes no es ninguna patología que haya que remediar imponiendo su utilización. Cualquier político que haya completado los estudios de secundaria debería entender que la idea de que todas las lenguas son iguales es un absurdo y que lo que importa es la igualdad de los ciudadanos que es justamente la que los partidarios de la oficialidad intentan conculcar con el establecimiento de fielatos lingüísticos en el acceso al empleo.
Porque ese es el asunto que se encuentra debajo de todas movilizaciones a favor de oficialidad. Un grupo de personas que en vez de adquirir destrezas con valor en el mercado de trabajo han dedicado algunos años de su vida a adquirir un conocimiento para el que no existe demanda. Este periódico recientemente informaba cómo todos los cursos de la llamada "Universidad Popular de Oviedo" tuvieron una gran matrícula excepto los de bable, que según el periódico "no acaban de tirar adelante". Y cómo no hay demanda nada mejor que apoderarse de la Administración Pública para inducir esa demanda a través de la imposición.
Porque de eso trata la "oficialidá". De la imposición. Algunas almas románticas defienden las subvenciones al bable con la idea de que "hay que defender lo nuestro". Un "nuestro" extraño porque parece implicar que la lengua que hablamos todos no es nuestra y sí la que no habla nadie. La oficialidad supone pasar a otro nivel. Supone establecer deberes en relación con la lengua. Deberes en primer lugar en el acceso al empleo público sea como requisito o como mérito (que es lo mismo de otra forma). En algunos casos preferente, como va a ser en el acceso a los cuerpos de enseñanza, con un primer impacto en listas de interinos, que se verán alteradas, porque lo importante no va a ser la experiencia y conocimientos sino el dominio hablado y escrito del bable o asturiano (que es algo más que decir "ye" en una frase).
Es decir, en paralelo con la exigencia de deberes con respecto a la lengua, la oficialidad del bable supone la merma de derechos civiles, entre ellos el de que todos los ciudadanos puedan acceder a las posiciones sociales sin que se vean sometidos a filtros artificiales, ajenos a la actividad a realizar.
De modo que eso es lo que nos espera. El mismo guión que ya hemos visto en muchas partes. Primero establecimiento de una aduana lingüística que supondrá, en un primer momento, la dotación de puestos de trabajo para los "talibanes" del movimiento, los cuales dispondrán de tiempo y dinero, con lo cual... En fin lo que hemos visto en Cataluña, Baleares, Valencia, etc. durante estos años.
Lo que también llama la atención es la premura que tiene el PSOE por lograr la "oficialidad" en esta misma legislatura, en lo que sería un fraude democrático puesto que en su programa electoral era que algo que expresamente excluía. Desde luego no cabe excluir que esta premura no sea "un gol en propia meta" que los nuevos clérigos del bable intentan meter a los nuevos dirigentes de la FSA al no tener muchas esperanzas de lograr mayorías suficientes cuando el tema de la "oficialidad" pueda plantearse en el debate electoral.
En todo caso, no estaría de más que estos nuevos dirigentes socialistas echen un vistazo al triste destino electoral de sus compañeros en aquellas comunidades que han jugado la carta de las denominadas "lenguas propias". Aún están a tiempo de no comenzar esta carrera de despropósitos.
Julio Fernández Fernández
Oviedo
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