Sensatez contra la oficialidad del bable
¿Qué tal si llamamos al pan, pan y al vino, vino?
A vosotros, sensatos y tolerantes, os importa tres pimientos que oficializar las lenguas propias de Asturias sea un despilfarro de dinero público. Si tanto os preocupase la pasta del contribuyente estaríais desgañitándoos ante cosas como el Campus de Mieres, o Villa Magdalena, o el Centollu de Calatrava, o los sobrecostes de El Musel, o esos dos mil milloncitos que llevamos tirados en el túnel-pesadilla de Pajares. Habría manifestaciones, y declaraciones oficiales de los ayuntamientos, y columnas de periódico y a lo mejor quién sabe, alguien acababa dimitiendo, y todo: pero no, nada de nada. Y si de verdad os preocupase que el dinero público se invirtiese en "cosas más importantes y más urgentes", entonces haríais campaña para suprimir el circo monárquico-españolista que celebramos cada año en el Campoamor y que ni sabemos cuánto nos cuesta. Supongo que estáis demasiado ocupados agitando la rojigualda y maldiciendo a los catalanes para reparar en la ironía. Que a lo mejor podríamos estar limpiando nuestro aire cancerígeno o limpiando los montes, en vez de darle una plataforma de autobombo a los Borbones, digo yo, ¿eh?
"Porque nadie lo pide", pero llevamos cuarenta años dándole vueltas al tema. "Porque lo importante es el inglés", por eso los holandeses y los islandeses, pobres, sólo hablan tres idiomas cada uno: porque a los hablantes de lenguas minoritarias les explota la cabeza. "Porque será una imposición", creyendo que después de cuatro siglos de aculturación, de humillaciones en la ventanilla del funcionario y de bofetones del maestro, van a volverse las tornas.
El colmo ya es lo de restaurar la toponimia: cuando podéis, negáis que el topónimo asturiano sea tradicional. Cuando la cosa ya es demasiado descarada, salís con el argumento de que "los visitantes nos conocen por el topónimo español, no queremos que se confundan". Claro, por eso A Coruña se ha convertido en una ciudad fantasma: porque ahora los de fuera no somos capaces de encontrarla en el mapa. Oye, que cuando cambiaron el nombre les faltó comida en los supermercados, y todo.
Hasta los nombres os estorban. Hasta eso queréis quitarnos.
Mira, a ver si os dejáis de memeces. Lo que ocurre es que Asturias y la cultura asturiana os dan igual. Mejor dicho, las odiáis con toda el alma. Reconocedlo y acabemos de una vez. A las lenguas patrimoniales de Asturias y a su cultura las veis como algo inferior, algo a erradicar. Habéis interiorizado el racismo y el colonialismo castellanos hasta superar a vuestros propios maestros. Toleráis el asturiano para el sentimentalismo, para ñoñerías sensibleras, para lo chabacano. El asturiano está bien para hablar de fartucadas y de cachopos, pero para las cosas serias hay que ponerse corbata y hacer los diminutivos en "-ito". Toleráis el asturiano cuando queréis revivir los viejos desprecios contra "la aldea". Porque a Asturias la seguís viendo como os enseñaron a verla: con los ojos del colonizador.
El problema de Asturias es el nacionalismo excluyente: un nacionalismo tan ciego y tan fanático que no quedará contento hasta hacernos desaparecer de la historia.
José Cristóbal García Pérez, Piedras Blancas (Castrillón)
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