Conquistadores

24 de Octubre del 2017 - JOSE LUIS PEIRA (OVIEDO)

Hace años cayó en mis manos un libro, Los Descubridores, de Daniel J. Boorstin, que siempre he recomendado encarecidamente a quien tenga inquietudes. A pesar del título no centra el tema en lo que podríamos considerar descubridores de territorios, como Balboa o Livingston. Tienen su lugar, cierto, aunque el autor arroja la mirada a algunos de los humanos que en todo tiempo y lugar abandonaron la inercia del hábito para "descubrir" la medida del tiempo, el sicoanálisis, incertidumbres aritméticas, astronomía... en fin.

La huella que deja, aunque se olviden los datos, es que las personas que descubrieron algo siempre hubieron de encarar los dogmas dominantes de cada época, fueran estos religiosos o culturales. Se diría que los descubridores, antes que aventureros o investigadores, son irreverentes.

No parece desacertado, pues, que las sociedades les deban consideración. Conmemorar con pedestales, plazas o fechas feriadas al señor que descubrió tal medicamento, a la señora que descubrió tal proceso químico que ahorra consumos o al grupo que descubrió tal asteroide se nos venía encima, qué sé yo, es un reconocimiento que no necesita trascender más allá de su logro. Yo diría, que, incluso más allá de sus resultados concretos, su grandeza radica en ese espíritu inconformista tan, pero tan, necesario a la especie humana y las otras especies terrícolas. Por citar un ejemplo, Alfred Nobel era fabricante de armas e inventó la dinamita, a nadie en su juicio se le ocurre decir que por su culpa murió mucha gente y que habría que sacarlo de estatuas y referencias. Aunque convenimos que desafortunadamente, mucho dolor han causado las armas y explosivos. La meteorología tuvo un gran impulso durante la Gran Guerra, nadie piensa en arrancar de los libros las menciones a quienes pusieron su ciencia al servicio de los servicios secretos de la época, aunque sus investigaciones fueran la causa de muertes masivas en Verdún.

Cuando se acerca el 12 de octubre rebrotan en el mundo hispano americano voces en desacuerdo con la elección de tal fecha como día a conmemorar. Sobra exponer, por manidos, los argumentos que esgrimen tales voces, aunque yo me pregunto si algunos estarían más de acuerdo con celebrar la Pachamama, o el Inti Raymi. A mí, particularmente, me da lo mismo, mientras haya puente.

Más me inquieta que muchas de esas voces vengan de intelectuales americanos, personas con quienes quisiera sostener un debate ilustrado, lanzando por delante que ellos mismos no existirían sin ese lejano 12 de octubre. Debo ahora acudir a otro autor, Eric Hobsbawm, nada sospechoso de facherío, que cuenta en uno de sus artículos que con motivo de un centenario americano le pidieron que se sumase a un manifiesto en contra del 1492. Sin temor a dañar derechos de autor quisiera compartir extractadas algunas de sus consideraciones: "Me pareció que el único objeto de protestar por algo que sucedió hace medio milenio es obtener publicidad para una causa de ahora más que de 1492. Las consecuencias de los viajes de Colón, los sufrimientos causados a muchos seres humanos son tan innegables como irreversibles, sin embargo no podemos borrar la historia, tan solo recordarla. Todos los actuales habitantes de América son el resultado de esos 500 años, pero lo mismo puede decirse del Viejo Mundo, aunque no seamos conscientes de ello."

Se puede añadir mucho más. Desde que existe el género Homo, incluso antes, todo el devenir ha sido pura colonización. De territorios, de otras especies, de culturas, de religiones o de imperios. Idealizar a los habitantes precolombinos como unos buenos salvajes que medio desnudos comían cocos y bayas mientras contemplaban el universo es estar atrapados en una postal. Es de suponer que habría de todo, pero también había imperios crueles, teocracias basadas en el abuso y el terror, que arrancaban el corazón a cielo abierto de sus reos para que viniera la lluvia. Que trescientos europeos mal contados fueran capaces de subyugar a un imperio cuatro veces el tamaño de España sólo fue posible ganando la adhesión de los pueblos oprimidos, podría decirse, salvando las distancias, que Cortés fue algo así como el Ché Guevara. Hay una gran nación de hoy en día que lleva el nombre de aquel pueblo y nadie se hace cruces y pretende cambiarlo. Por si alguien tiene la ocurrencia propongo desde ya un nombre neutro; Chupilandia. Iba a decir Chocolatia, pero a ver si se me va a ofender alguna asociación de amigos de lo salado.

El sometimiento y hasta el exterminio subsiguiente a los descubrimientos no deben medirse con la mentalidad de una ONG de nuestros días, aquellos patanes no eran las chicas de la Cruz Roja, desde luego, pero cabe considerar si un campesino andaluz de la época no estaba tan injustamente tratado como un contemporáneo guaraní.

Uno no se hace aventurero comprando un chaleco con muchos bolsillos igual que uno no se hace progre por dejarse una barbona considerable. Debe haber algo más, la progresía se alcanza sin quererlo y con unos conocimientos y una flexibilidad para enlazarlos y ordenarlos que la dogmática de saldo no permite. Algunos de los que cuelgan consignas en sus "feisbuc" deberían leer algo cada tanto. Ahora está de moda y es chic oponerse a eso del 12 de octubre porque estar en contra une más que estar a favor, sobre todo si uno se adhiere a una causa con pinta de molona, aunque presumo que casi la totalidad de quienes comparten fraseología más o menos ocurrente carecen de alguna idea de lo que supuso y significó todo aquello. Que se haya escogido esa fecha como fiesta nacional no dignifica la masacre, en mi opinión, buena parte de las naciones tienen feriada una jornada que nace de un suceso luctuoso y hay que reconocer que para bajarse el Amazonas cuando y como lo hizo Orellana hay que echarle redaños, sólo por eso merecen monumentos. y sí; hay que llamarla conquista por que es lo que fue, como en todo tiempo y lugar la sociedad más fuerte desplazó a la débil y la colonizó. manipular el lenguaje para que no parezca lo que si fue es una gazmoñería ñoña propia de mentes pusilánimes.

Los romanos, por ejemplo, no entraron en Iberia repartiendo gominolas, a quien se les resistió le sacudieron, esclavizaron a comunidades enteras que a latigazos extrajeron el oro y los recursos que engrandecieron aún más al colonizador. Decidir hoy, hablar una lengua carpetovetona porque es más auténtico y anti imperialista es tan absurdo que no merece la pena ni debatirlo. Lo que temo es que esto otro viene para quedarse, diez mil millones de cantamañanas terminan por tener razón, con el tiempo se harán normas que hablen de los indios e indias que en paridad de derechos y derechas compartieron con los conquistadores y conquistadoras los recursos y recursas. Y así.

Que nadie me tache de lo que no soy. Yo no tengo una ideología concreta, tengo mis lecturas y mis inquietudes, algo, a lo que veo, ausente en el general de la especie. Y en este desguace que se va convirtiendo la cultura, en el que la tornillería al peso tiene más valor que el producto terminado pues vamos tirando. Boorstin, Hobsbawn, Dinder, Dawkins, Russell o Galdós van perdiendo peso para dejar sitio a blogueros y blogueras, influencers de pacotilla, instagramers maquillados, que tiran del carro de las sapiencias hacia el desastre final.

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