No a una lengua asturiana oficial
Como asturiano de nacimiento, con ascendentes asturianos de varias generaciones; como vecino que lo fui de Villapérez, pasando por Lugones y en la actualidad Oviedo, he de dejar constancia (ya lo he hecho, tanto en público como en privado, en múltiples ocasiones) de mi posición contraria a la uniformidad de las diferentes formas de expresión, escrita y oral, que afortunadamente coexisten en Asturias, desde el Oriente, al Occidente, y desde el mar Cantábrico hasta el Puerto de Pajares. Gracias a esa diversidad, Asturias es lo que es. Sus trajes regionales, lo que son, y sus dejes, pronunciamientos y denominaciones, distintos, como lo son sus gentes.
Ni Asturias, ni los asturianos, necesitamos, que nadie, oficialice algo, que la sociedad asturiana no necesita. A los de las Cuencas les gusta que se les conozca que son de allí, A los llaniscos, igual, a los del Cabo Peñas, o a los del Pajares, lo mismo, y a los de Vegadeo, otro tanto, por citar unos pocos a modo de ejemplo. Sería un error cultural, de la misma manera que histórico, el pretender imponer una "lengua" hecha en un laboratorio. Y una imposición el pretender obligar que esta se imparta en las escuelas, aunque sea de manera optativa. No es la lengua, el bable o como se quiera llamar, lo que necesita Asturias, ni sus gentes. Somos, como somos, y así se nos conoce en el resto de España, nada más cruzar el Pajares. Porque hay un acento que nos diferencia y que a su vez define de qué parte de Asturias somos.
Asturias tiene problemas más acuciantes que resolver, que pasan por nuestros, pescadores, campesinos, ganaderos, mineros, trabajadora de la construcción y de los astilleros. O una universidad que alcance los niveles de excelencia, que ha perdido. O una sanidad que vuelva a ser un referente en España y en el mundo. Así es que, respetando todas las opiniones sobre este tema nuevo -porque es nuevo- se tengan, no tengo por menos que decir que en un mundo sin fronteras, donde las comunicaciones son inmediatas, el acceso al conocimiento de todas las disciplinas del saber cada vez ser constriñen a poco más de cinco idiomas.
El pretender que mi nieto (por ejemplo) tenga que aprender una forma de expresión impuesta y antinatural (en lo cultural) es un atraso que nos llevará en un futuro a la desaparición de la pluralidad existente en la actualidad. Personalmente, y por las razones brevemente dichas, no quiero para Asturias ni una lengua oficial, ni un taje oficioso. Me gusta mi tierra, mis gentes y su cultura; formada en libertad, y basada en la diversidad, de los 78 municipios que la componen.
Justo Roldán,
Oviedo
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