De casamientos

1 de Febrero del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

No me extraña que apenas tengamos bodas en nuestra parroquia. Amén de que nuestro sencillo templo parroquial no se presta tanto como otros a fotos «glamurosas», las parejas ovetenses que optan por el matrimonio canónico están en desventaja respecto a las que se casan por lo civil. Y es que en la Consistorial no sólo no les cobran, sino que les facilitan música para la ceremonia, ornamentación floral y hasta un piscolabis con sidra achampanada. La cuchipanda la paga usted, paciente contribuyente. No han salido cifras de 2009, pero en el año 2008, por ejemplo, al partida ascendió a 72.000 euros. No será cosa de pleitear con el ente público por esta circunstancia, pero si cabe sugerirles a las parejas que se casen por la Iglesia, que, concluida la ceremonia parroquial, se pasen por el Ayuntamiento a tomarse la libación correspondiente o a cobrar los quinientos euros que cuesta la movida. Dado que todos son ovetenses, tendrán los mismos derechos que los que se casan civilmente. ¿O no?

Quienes no tiene quién se case con ellos son los pobres. El mismo Ayuntamiento que se porta tan espléndidamente con los recién casados y sus invitados es bastante cicatero con los menesterosos. Según un estudio de Consumer Eroski, Oviedo es la ciudad que peor se porta con los pobres. Por aclararlo con cifras, los medios que publicaban la noticia afirmaban que una ciudad con población similar a Oviedo, como por ejemplo Vitoria, la capital alavesa, dedica entre seis y siete veces más de ayudas a los necesitados que nuestra ciudad. ¡Qué bochorno! Y si no nos casamos con los pobres de cerca, excuso decirte lo que hacemos con los pobres lejanos. Es verdad que en ocasiones puntuales, como la planteada en Haití, un porcentaje importante de la ciudadanía colabora con donativos más o menos cuantiosos, pero en lo que se refiere a los gobernantes todo sigue igual: se las arreglan para seguir casados con la riqueza y para que el desorden mundial siga «ordenado» a su gusto y los pobres sigan siendo pobres. Y si algún Munilla que no se case con el pensamiento dominante osa cuestionar su planteamiento, el aparato se sirve de la cadena Ser de turno para que toque a rebato y se lance a la yugular del disidente. Y eso que los sociatas le pusieron los cuernos a la cadena de Prisa para casarse con la Sexta en materia futbolística, que en algo tiene que notarse el casamiento de la ministra Chacón, pero la Ser acepta resignada la cornamenta y sigue casada con el poder, que suele ser siempre el casamiento más rentable.

La malhadada crisis ha generado una epidemia de casorios extraños en cajas de Ahorros y medios de comunicación. Hasta el Observatore Romano contrajo unas discutidas nupcias con el diario «La Razón».

Especialmente sorprendente resulta el rumor del posible casamiento de Antena 3 con la Sexta. Sorprendente si se considera que a los respectivos dueños suele ubicárseles en posiciones ideológicas distantes, pero menos sorprendente si se considera que quienes están casados con la pela tienden a dejar en un segundo plano la ideología. Menos mal que quedan románticos, como el futbolista ovetense Michu, que no sucumbió a la tentación de casarse con «les perres» del Sporting. A lamentar en este caso que forofos fanáticos, casados con la violencia, pretendieran interferir en la decisión del chaval.

Volviendo a monseñor Munilla, este cura no le conoce lo suficiente para saber si responde al perfil de obispo que necesita hoy nuestra Iglesia, pero está claro que el personaje tiene agallas. Sus polémicas declaraciones en las que comparaba la muerte física de los haitianos con la muerte espiritual del mundo rico podrán haber sido más o menos oportunas y más o menos matizadas, pero resultan tan plausibles que hasta el mismo Evangelio pone en boca de Jesús comparaciones semejantes, «servata distantia». Y quien no recuerde los pasajes que repase el texto.

¡Claro que son lamentables las muertes de los haitianos víctimas del terremoto!, pero no hay que perder de vista que cada día mueren en muchos países, incluso Haití, cientos de personas víctimas del hambre, el sida, la malaria y demás calamidades que se ceban con el mundo pobre. Y no constituye ninguna «boutade», sino que es una verdad como un templo, decir que esas muertes son consecuencia de la muerte espiritual del mundo rico, al que, por cierto, pertenecemos.

En fin, que le vaya bonito a monseñor Munilla en su casamiento con los fieles guipuzcoanos y que le acompañe el mismo éxito que le deseamos a monseñor Sanz en el casamiento que inicia estos días con nuestra diócesis.

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