Elogio del talento o esclavismo
Licenciado y doctor en Filología Hispánica, premio extraordinario de Licenciatura, catedrático, "pata negra", de instituto, inspector de Educación por obra y gracia del partido socialista al que pertenece y, en las pocas ocasiones que sus múltiples tareas se lo permiten, llingüista y académico. Hablo de don Genaro Alonso, actual consejero de Educación y Cultura del Principado de Asturias.
Es don Genaro, por lo que deja presumir su amplio currículum, hombre equipado de una basta cultura filológica y especialmente dotado para el liderazgo político de segunda fila regional y mismo nivel vernáculo, lo cual viene a enturbiar, en cierta medida, la brillantez de sus adornos académicos.
La penúltima ocurrencia de nuestro ilustre consejero concuerda ideológicamente con la providencia socialista del último lustro, que no va más allá del mercantilismo aterrador del nuevo liberalismo económico abrazado por nuestras autoridades académicas y que, revestido bajo el elogio del talento, pretende obsequiar al flamante jubilado con la opción de un entretenimiento transicional que alivie el trauma que supone vagar hacia la pasividad docente. Tal vez la ocurrencia en cuestión se corresponda con la dimensión cómica de un consejero enredado en su propio laberinto ideológico.
Capital humano, experiencia acumulada y talento desaprovechado, forman parte narrativa del socorrido teatro de las vanidades. Es la nueva terminología embaucadora utilizada por la administración educativa asturiana con la finalidad de alimentar egos predispuestos a darlo todo en favor de una causa conducente a la reducción de costes laborales. Lo malo de la estrafalaria ocurrencia es que su autor intelectual se dice progresista cuando en realidad este método de esclavitud, aunque sea consentida, es más reaccionario que el proceso constructivo de las pirámides de Egipto.
Podrían venir las musas socialistas en amparo del profesorado interino, o de tanto licenciado, incluso doctorado, en busca de primer empleo; pero no, esas deidades sólo parecen actuar al dictado del ahorro docente. Nada de reducción en carga lectiva para mayores de cincuenta y cinco años. Nada de mantener el puesto laboral a los interinos mayores de cincuenta y cinco años. Nada que tenga algo que ver con principios de justicia profesional ya aplicados en comunidades próximas a la nuestra. Nada, ni un ligero atisbo de gestión humanista.
Paco Domínguez, Avilés
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