Qué llorones son
Y es que este tema del tabaco-hostelería a mi me puede. Les oigo, trato de ponerme en su lugar para ver sus miedos y entenderlos, y nada. No me sale. Empeño pongo, eh. Pero..., no siento nada. Y acabo pensando que simplemente son unos llorones, que se ponen la venda antes que la herida. Y desde este humilde pero digno sitio, yo les digo, solo el mediocre, el cutre o el inútil ha de tener reparos a la ley que se avecina. Cae de cajón. Que se dejen de pamplinas que no se cree ni ellos. Amenazando con despidos a miles y todo. Si ofreces calidad, buen trato, precios razonables, sitio acogedor, limpio, baños aseados, mercancía que hasta tu mismo consumirías..., no va a notarlo, te lo aseguro. Ahora bien, si hablamos que lo que ofreces no merece ni medio la pena, el cliente lógicamente, al final va a castigarte a ti, no la ley.
En igualdad de condiciones para todos, y puesto que no se puede fumar, el cliente acudirá donde mejor le sirvan, mejor le traten y no le roben. O al menos no tenga esa sensación. Yaquél que basaba el negocio en todo vale, pues tendrá que comprarse bebida de verdad, por ejemplo, y dejar el garrafón para fregar e suelo. Es decir. Desde el punto de vista profesional, considero que la entrada en vigor de la tema ley es una reválida para los verdaderos profesionales, y no un perjuicio. Habrá que trabajarse al cliente, que hasta ahora venía pro inercia, y olvidares de hacer caja sin más. Hay novedades. Se cambia de modelo. Afrontarlo y dejar de lamentarse coño.
Y ahora apelo al cliente. Discriminación positiva. Quizás así consigamos que al final se queden los buenos y los mejores y que los demás no hagan bulto. Porque tampoco lo regalan. No nos olvidemos de esto. Nos cuesta una buena pasta. Porque queremos y porque nos gusta. Pero pro eso, no vale cualquiera.
Y esto lo digo justo cuando acabo de salir de un sitio en la avenida del Llano, en el que aguanté dos minutos exactos. Ni me llegaron a atender, porque no sé si me vieron con tanto humo. Salí intoxicado. Venga ya.
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