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El juego se terminó

27 de Octubre del 2017 - José Viñas García (Oviedo)

Todos debemos ser conscientes que nuestros actos tendrán siempre un efecto. Cuanta más responsabilidad tengamos asumida, nuestras actuaciones más deben ser reflexionadas para ponerlas en práctica. La trascendencia de las mismas no será igual si las consecuencias nos afectan sólo a nosotros mismos, que si dejan secuelas a más personas y familias.

Por ello, cualquiera puede en un momento dado perder el rumbo de la orientación y de la realidad, iluminarse con un proyecto erróneo, sentir que debe luchar por una causa perdida, embarcase en una balsa camino a ninguna parte... todo eso lo puede hacer cuando el riesgo es solamente personal, porque un buen día se despertó con ganas de odiseas, queriendo nuevas aventuras para sí y su negocio, para emprender el viaje de sus sueños, pero que pagará de su propio bolsillo. A eso podríamos llamarle un corredor de aventuras, porque su cómoda vida le parece menos que sus ambiciones de retos y libertad. Puede perderlo todo (pero a título personal) naufragar y morir en el intento.

Pero cuando ese alguien, sin que nadie le obligue, coge responsabilidades del tipo que sea, que afecten a más personas, no digamos si asume cargos institucionales que le hacen prometer cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que emanan de ella, en este caso ya no vale lanzarse al vacío en busca de sentimentalismos y deseos personales. Menos, intentar abusar de tu poder para, con favores, ir acumulando adeptos a la causa, usar tus asumidas competencias para adoctrinar niños o personas de mente débil, subir sueldos a los funcionarios por encima de lo que ganan en otras comunidades para comprar personas y cargos como si fueran mercancías al uso: maestros, directivos de medios de comunicación, mozos de escuadra, etc.

Cuando haces todo esto, no sólo estás cometiendo una irresponsabilidad, sino un delito de tráfico de influencias y corruptela de la buena. Si añadimos que para tamaña empresa usas y abusas de tu cargo, te saltas todas las normas establecidas en la Constitución y tu propio Estatuto de autonomía, además de reírte de las resoluciones y determinaciones de tribunales, Constitucional, Gobierno central y jueces, tu juego, amigo mío ¡se terminó! Ya no es tu juego. En ese debemos participar todos los afectados. Tus órdagos, los tiras con pólvora ajena.

Además tiene connotaciones gravísimas en forma de despilfarro público poner en serio riesgo la recuperación económica, aumentar la incertidumbre en todo, engañar con discursos haciéndose la víctima cuando simplemente eres el mayor caco del reino. Se van las empresas, decae el turismo, las inversiones se frenan, todos los países te dicen que vas errado, que no hay ningún resorte legal internacional al que puedas cogerte ¡pues, tú y tus compañeros! seguís de igual forma firmes en ese mandato que decís tener del uno de octubre.

Si todo nos pareciera poco, lleváis toda la Legislatura dedicándose (no a mejorar la vida de los catalanes: su sanidad, salario, dependencia, educación, pensiones, proyectos empresariales, ayudas a familias necesitadas, etc.) estáis consagrados solamente a seguir un camino fuera de toda legalidad, desperdiciando tiempo y dinero de todos, con un solo punto del día: La decidida intención de convertir Cataluña en vuestro cortijo, con vuestras propias leyes y disponer de espacio y personas “así por las buenas”. Cómo si los demás fueran imbéciles redomados y cerraran los ojos ante los simpáticos de turno que pretenden ahora poner al mismo nivel la DUI, que está fuera de toda legalidad, al 155, que es un artículo constitucional. ¡Ustedes están mal de la tarreña! ¿Cómo es posible que les dejaran sembrar tanto odio y alentar a tantas personas dispuestas a seguirles camino al abismo? ¡Son unos delincuentes de primer orden! Sus actos irresponsables (cómo son cobardes y no los asumirán) los veremos llorar cuando el juez les encamine a la trena, pero no darán pena. Han tenido muchas oportunidades de rectificar, pero no lo han hecho, el daño que hicieron es mucho, además de hacernos perder el tiempo a todos.

José Viñas García, Oviedo

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