La impotencia de una oposición
Soy personal laboral interino (cocinera) al servicio del Principado desde hace doce años. El pasado sábado, después de once años del último, nos presentamos a un examen de oposición en el que se ofertaban simplemente tres plazas.
Cuando comenzó el examen, las caras de todos los que estábamos allí eran las mismas. Ni que decir tiene que cuando salimos de las aulas, más de cuatrocientas personas, pudimos despacharnos a gusto. Puedo decir, sin temer a equivocarme, que una mezcla de enfado, incredulidad y decepción fue lo que nos invadió a todos. La mayoría de las preguntas, rebuscadas a conciencia, conceptos que no habíamos oído nunca, ni yo misma ni personas que acaban de salir de la Escuela de Hostelería y tienen los estudios recientes, ni compañeros que además de trabajar en cocina son profesores del ramo, ni siquiera otros que también han estudiado Dietética y Nutrición; todos, absolutamente todos, salimos con el mismo rictus en la cara y con la misma impotencia.
No puedo entender que desde hace años todos sabemos que no hay personal suficiente de cocina, que a menudo no pueden cubrir vacaciones ni permisos, y luego nos castigan con este examen. Me gustaría que alguien me lo explique o, mejor, que nos lo explique a todos.
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