Familias tóxicas
Cuántas veces habremos oído que Fulano se dejó de hablar con Mengano y hemos pensado "algo le habrá hecho". Pero cómo cambia la reacción cuando escuchamos que dos parientes han dejado de hablarse. Porque claro, cómo vas a dejar de hablar con un tío, primo, hermano. Por mucho que te haga la vida imposible. Lógicamente, él/ella puede hacerte lo que quiera. Tratarte como le dé la gana. Porque tú, como eres su pariente, le tienes que perdonar, y lo seguirá haciendo, una y otra vez, una y otra vez... Y cuando estalles serás el malo.
Vas tan tranquilo a una cena familiar. De repente, empiezan a volar los cuchillos. Ya ni sabes de qué lado te vienen. Cuatro personas a degüello. Has hecho esto. Has dicho lo otro. Has publicado en tu red social no sé qué. Te voy a bloquear, pero oye, déjame ahí el aparato que has traído que lo necesito, que somos familia. Jamás, jamás, te van a preguntar por qué has hecho o dicho algo, qué querías decir, y que puede que se hayan equivocado y te hayan malinterpretado. Y por supuesto, siempre van a pensar que tu red social gira en torno a ellos y que todo lo que publiques es un dardo envenenado hacia tu pariente. Todo esto, mientras quien desea defenderte observa, callado, sin decir nada, porque no se atreve para no verse en la misma situación que tú. Resulta que eres mala persona y "te pasa igual con todo el mundo".
Déjame decirte que no. Déjame abrirte los ojos, animarte, y decirte que no eres una mala persona. Que simplemente, te ha tocado a ti. Te ha tocado ser el saco de boxeo donde los demás golpean sus frustraciones. Te ha tocado ser la bolsa en la que la gente vomita sus complejos y su envidia (porque, aunque sean tu familia, pueden tenértela, y mucha, y hasta no desearte nada bueno). Te ha tocado ser el que no tiene apoyos y con el que es más fácil enfrentarse, porque no se defiende, o no tiene quién le defienda.
No lo vas a pasar bien. Te vas a sentir solo, incomprendido, sin apoyos, y jurarás no volver nunca a ese tipo de reuniones. Pero te llaman para la siguiente. Perdonas, y vas.
Y vuelta a empezar. Todo esto ya te lo olías, porque llevan unos días raros contigo, no te contestan a los mensajes, en el grupo hablas solo, o les has pillado criticándote a tus espaldas. Pero piensas que la familia está por encima de todo, que siempre los tendrás ahí (ya hablaremos de eso) y vas.
De repente, en otro episodio de lanzamiento de cuchillos, empiezas a notar que tu corazón se desboca. Te vas aparte para tomarte la tensión con el cacharro de la pobre abuela que no se atreve a decir ni mu "para no armar guerra". Tienes la tensión a 22, y el máximo es 14. No le das importancia, es el cabreo y la impotencia. Ya estarás mejor en casa.
Pero el episodio ronda y ronda tu cabeza, y no se va. Te flagelas a ti mismo buscando en qué momento tú tuviste la culpa de todo. Y no lo encuentras. Te preguntas por qué se malinterpreta todo lo que dices. Y no hallas explicación alguna. ¿Sabes por qué? Porque no la hay. Porque eres responsable de lo que digas, no de lo que los demás interpreten. Porque hay gente envidiosa con ganas de hacer daño, que no toleran que te vaya mejor que a ellos, que les caes mal y todo lo que digas o hagas estará siempre mal, y que seas su pariente es su comodín para poder seguir haciéndotelo. Porque te apuesto la cabeza a que no se atreven a tratar así a nadie más.
La cosa no mejora, sigues con la tensión alta, vas al cardiólogo, y un día dejas de ver por el ojo derecho a causa de la hipertensión. Tienes 25 años y estás peor que tu abuela. Al día siguiente ya recuperas la vista, pero ese día es un punto de inflexión:
Precisamente por el hecho de ser tu pariente, una persona debe respetarte aún más y tratarte aún mejor. Y no al contrario, y quien lo haga, fuera de tu vida. Y es lo que no acabamos de entender en esta sociedad desesperada por mantener las pocas familias que quedan a toda costa. Tú no tienes por qué acabar en urgencias por culpa de los ataques de los demás. No es admisible. Pero lo triste es que tampoco puedes obligar a nadie a que te quiera, te acepte o te respete, cuando jamás lo han hecho. Que no puedes cambiar las costumbres que llevan vigentes más de veinte años. Que, si te das a respetar, será peor, serás el malo. Y no lo eres. Tú no eres malo. A ti, simplemente, te sobra alguna gente.
Ana Menéndez
Lugones (Siero)
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

