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Las calles sin nombre

28 de Octubre del 2017 - Lope Calleja (Oviedo)

Releyendo el otro día el delicioso artículo de mi admirado Francisco García Pérez publicado en este diario el pasado domingo día 15, me entraron cosquillas en las manos, ganas de darle a la tecla, y empecé este comentario sobre otra parte de Oviedo en la que las calles no tienen nombre; hoy, después de “Un artículo genial”, me decidí a terminarlo (Dios me libre, pobrecito lector, de tratar de imitar al maestro).

No es la zona de mi infancia, ya que conocí Olivares en 1975, con 20 añitos, así que no tengo esos tiernos recuerdos infantiles de los que él habla, pero sí otros que su artículo me trajo a la memoria. Olivares era Oviedo, pero también sus gentes “iban a Oviedo” cuando se tenían que desplazar más allá de la parte baja de la Argañosa o de la parte alta de Fuertes Acevedo. Sus caleyes, de tierra y barro, apenas iluminadas por tristes bombillas pendientes de palos de la luz, comunicaban las casas, pocas, que se desparramaban por la zona, y no, no tenían nombre les caleyes, pero todos las conocían porque iban por y a La Frialdad, La Vallina, El Montico, etcétera. Cuando llovía, los regatos dejaban algunas de ellas casi intransitables y si nevaba (en aquellos tiempos lo hacía de vez en cuando) había que esperar que Varisto o algún otro pasara con el Land Rover abriendo camino, o dejar el coche por arriba, en la Cruz, por donde casa Charo, o en la Fuente la Plata (sí, había una fuente), donde el chigre de Casa Floro, y a caminar.

La piedra y el barro fueron el firme de muchas calles de Olivares hasta que, bienvenida sea la civilización, a principios de los 90 ¡se hormigonaron!, empezó la construcción de urbanizaciones y, a partir de esas fechas, se urbanizó la calle principal, nuevos saneamientos (ya habían empezado en algunas zonas a finales de los 60 y principios de los 70, pero todavía quedaban pozos negros); el proceso ha seguido hasta hoy, en el que una parte de Olivares tiene calles que merecen ese nombre, otras transitables y asfaltadas (sin aceras, eso sí), mejor iluminación, aunque no en todas, y nos quedan algunos tranquilos paseos todavía hormigonados y otros de piedra y tierra.

El cambio en casi todo ha sido espectacular, pero hay algo que en estos años no ha cambiado: Olivares sigue sin nombres en las calles. Sí, los más antiguos del barrio seguimos sabiendo de La Vallina, El Casal o el Pipón, pero, dejando de lado que la numeración existente es totalmente anárquica (lo que puede ser muy divertido para jugar a buscar números consecutivos, pero no lo es cuando hay que llamar a los bomberos o a una ambulancia, como ha pasado recientemente), las calles no tienen nombre.

Hace más de 20 años que se ha solicitado al Ayuntamiento que dé nombre a las calles de Olivares y numere las fincas de acuerdo a ese nomenclátor. Por fin, el año pasado se abrió un proceso que pusiera fin a esta situación. La directiva de la Asociación de Vecinos de Olivares propuso que las calles llevasen el nombre de futbolistas del Real Oviedo; en una votación restringida a los socios de dicha asociación la propuesta resulto derrotada (afortunadamente en mi opinión). Como contrapartida un grupo de vecinos propuso que se denominasen las calles ajustándose lo más posible a la toponimia de la zona. Con el beneplácito de la concejalía de Participación, se sometieron a votación de todos los residentes en Olivares ambas propuestas. En enero de este año se realizó la votación y los votos a favor de la toponimia duplicaron a los de jugadores (se impuso una vez más la cordura, en mi opinión claro).

Han pasado diez meses; me consta que en el Ayuntamiento han trabajado en el tema, que ya se ha hecho el diseño de inicio y final de cada calle, la renumeración de todas las fincas, pero aún las calles siguen sin nombre, quizá sí virtual, pero no en la realidad. Parece ser que algunos fanáticos fans de una empresa privada (Real Oviedo, S. A.), vecinos de Olivares que no admiten perder dos votaciones democráticas, han presentado un recurso contencioso-administrativo sobre el procedimiento, pero es sabido que eso no puede paralizar en modo alguno la decisión definitiva del Consistorio municipal de dar nombres a las calles después de todo el trabajo hecho, y si no les gusta lo votado por los vecinos, que pongan otros, que es su responsabilidad, pero que lo hagan de una vez, así tal vez celebremos la llegada del año 2018 ubicados en San Google y en los navegadores.

Perdón, profesor García Pérez, por aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid.

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