Sanatorio Adaro, una suerte
Hace un año y medio sufrí un ictus y después de estar en la residencia me trasladaron al Adaro. No sabemos la joya que tenemos ahí. Por lo que la gente dice, podemos tener un mal concepto pero hay que estar ahí ingresada para conocerlo. Yo llegué sin andar y gracias al tratamiento del Adaro hoy ando y muevo el brazo. Porque además, les digo, perdí toda la movilidad de la parte izquierda de mi cuerpo. Pero en el gimnasio del sanatorio, gracias al buen trabajo de los y las fisioterapeutas eché a andar muy pronto. Todo el personal es encantador, todo desde el primero hasta el último, ponen todo su empeño para que te puedes valer por ti misma. Gracias, gracias.
Luego en la planta, tanto las enfermeras y enfermeros como los auxiliares son un encanto. Conmigo personalmente hasta las de la limpieza fueron muy atentas. Y no diré nada de las médicas y los médicos, tan atentos y cariñosos.
De lo único que tengo queja es de la comida, pues es de batalla. Eso no se puede dar ni a enfermos ni a personas mayores.
Pero les digo que si algún día tienen la desgracia de tener un problema que los lleva al Adaro, dentro de lo malo, no saben la buena suerte que tuvieron.
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