Ganarán los sublevados
Creo que a estas alturas, y después de analizar la evolución de los pasos adoptados por la tropa catalana hacia el independentismo en los últimos trece años –desde la marcha lenta y marcada, correspondiente al “paso de instrucción”, pasando por el “paso de maniobra o de evolución”, primero “redoblado” y después “paso ligero” cuando las circunstancias de la maniobra exigían mas ligereza y prontitud, finalizando con el “paso de ataque o de carga”, esta vez no al compás de tambores y cornetas sino de cazuelas y cucharones–, nadie tendrá la menor duda de que al separatismo catalán le han dado todas las oportunidades para vencer la batalla, y que al independentismo en general se las darán todas para que gane la guerra.
Y la ganarán gracias a la colaboración imprescindible del Gobierno central, asistido por el resto de los partidos políticos parlamentarios. Todos y cada uno de ellos –unos con apoyo implícito al golpe separatista, otros asesorando para que su proyecto independentista se viera cimentado legalmente, y otros favoreciéndolo con estudiada inacción y activa colaboración encubierta– se han empeñado a fondo en llevarnos a una situación límite que ha servido de señuelo para ir preparando a los ciudadanos para algo con un alcance mucho mas general, que satisfaga a los independentistas de todas las comunidades autónomas: la reforma confederal de la Constitución.
Después de una batalla en la que no ha habido ni vencedores ni vencidos, en la que hubo, pero no hubo, referéndum, en la que se ha declarado, pero no se ha proclamado, la República Catalana Independiente, en que se ha aplicado, pero de mentirijillas y con remilgos, el 155, en la que los jefes de los golpistas parecía que habían huido, pero sólo estaban jugando al escondite, ha llegado la hora de borrón y cuenta nueva para con la mayor parte de los que han cometido delitos claramente tipificados en el Código Penal. Los trompetas han tocado a “pelitos a la mar” o, mejor dicho, a “papeletas a las urnas” como nuevo paso de marcha para que todo sea legal.
Rajoy, Sánchez y Rivera, por un lado, Iglesias, la extrema izquierda y todos los partidos independentistas catalanes en coalición, por otro, comparten con alegría la nueva estrategia del despiste: las “urgentes” elecciones catalanas el 21D. Alegría incluso contagiada a sus respectivos votantes, que se manifestaron en Barcelona el domingo pasado al grito guerrero de “votaremos”, pudiendo ser un indicativo de la aceptación general del siguiente paso previsto y hasta ahora ocultado, la reforma de los artículos de la Carta Magna que conciernen a la unidad nacional. En este sentido ya se ha expresado el nuevo iluminado del PSOE, el de la “nación de naciones”, al indicar que estas elecciones son sólo “el inicio de la solución”, ya que a continuación toca “¿actualizar y modernizar? la Constitución, tratándose de poner su reloj a la hora de España”. Los comentarios a tan profundo pensamiento sobrepasarían los límites de esta carta.
¿Cuántos pasos de cobarde rendición o, más certeramente, de vil traición –incluido siempre el engaño a los ciudadanos– faltan aún para culminar el proyecto de destrucción de España como Estado–nación?
No obstante debemos de estar tranquilos, ya que Rajoy ha nombrado a la Vicepresidenta del Gobierno como Presidenta en la región de los sublevados; la misma que, rauda y veloz, fue a los cuarteles de los “enemigos”, enarbolando la bandera blanca del diálogo-rendición.
Todas las manipulaciones y ensoñaciones históricas se convertirán, por obra y gracia de los partidos políticos parlamentarios, en una realidad que muchos de los protagonistas, en momentos de lucidez, jamás habían pensado que fueran a alcanzar. Porque la “singularidad catalana” puede convertirse en un hecho real que figurará en los anales de la Historia como ejemplo de cómo una mínima parte de los ciudadanos de esta región española, con la colaboración de un Gobierno nacional y de todos los partidos políticos, consiguieron mediante la reforma de la Carta Magna, que se reconociera no sólo su singularidad, sino la de todos los que se sintieran “singulares” en las diversas comunidades autónomas e, inclusive, dentro de los propios municipios, parroquias, urbanizaciones y apartamentos.
Mientras que el resto de naciones occidentales, lejos de plantearse retroceder al tercer mundo, emplean toda su energía, todos sus medios, en el progreso económico, social, científico, técnico y cultural, salvaguardando la libertad y unidad de todos sus ciudadanos, aquí andamos tras el reconocimiento de la independencia de tribus íberas, para constituir la Confederación Ibérica de repúblicas independientes
Solamente confío en que la contundencia y claridad de nuestro Monarca, la valentía de los catalanes y demás españoles, que no nos dejamos engañar, y la sensatez de la Unión Europea, salven a nuestra nación de sus destructores y esta farsa termine como una de las mejores obras del teatro del absurdo de Pirandello o Ionesco, con cualquier representante de la Generalidad proclamando solemnemente en el Parlamento catalán “me he comprado un orinal”.
Ana Mª Velasco Plaza, Oviedo
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