Rajoy gana
a han pasado treinta días del primero de octubre barcelonés, y visto ahora con más perspectiva, más datos y más hechos, se puede llegar a una conclusión, sea o no provisional. Y esta no puede ser otra que la de reconocer, el acierto con que Rajoy, D. Mariano, ha sabido manejar todos los tiempos del conflicto.
Si este empezó con toda la opinión pública en su contra, hoy esa misma opinión se la ha endosado al gobierno catalán, a los partidos secesionistas y otra buena dosis, a los podemistas de aquí y de allí. Así es que en esta ocasión, su “flema” de político manso y “tardón” le ha servido para darle la vuelta a un conflicto, donde como digo, el se llevaba la “palma” y la peor parte.
Tras el 1-O no intervino inmediatamente, como era lo que muchos querían. ¡Esperó!. Y en esa espera, fue acumulando razones políticas y jurídicas, con lo que los dos poderes del Estado, en muy pocos días, ya tenían razones suficientes para aplicar la ley, en el caso del poder judicial; mientras él tenía en sus manos las suficientes razones políticas para presentarse en las Cortes y, sin forzar nada –solo con la ley de su parte–, sacar adelante la aplicación de la Constitución. ¿Quien se iba a negar, ante hechos –jurídicos y políticos– tan evidentes? ¡Nadie!, como así fue.
La “pelota” que el Puigdemont creía que enviaba al Gobierno desde la Generalitat no la recogió nadie; porque simplemente, “botaba” ante los partidos de la izquierda, sin que ninguno de estos (salvo los extremistas) la recogiesen; pues bien sabían que, de haberlo hecho, abrían cometido una “falta”, en términos futbolísticos. Que sería una “tarjeta roja”, en sus consecuencias.
Pero no sólo se llenó de razones jurídicas y políticas. El tiempo, la pasividad que a algunos nos impacientaba hizo que “la calle”, en Cataluña y en el resto de España, hiciese causa común, con la Constitución, con la legalidad, con el Gobierno y con la unidad de España. ¿Se puede sacar mayor rédito político a una situación, donde él era “la víctima propiciatoria”, en aquel “dos por uno” que empezaba a funcionar por las redes? Evidentemente, no. Así es que, al menos esta vez, ha sabido usar muy bien los tiempos. Eso sí: ahora solo le queda dar un último remate, que de salirle medianamente bien, ya tiene asegurado otra estancia más en el Palacio de la Moncloa.
Y a fe, que al día de hoy, sigue siendo el mal menor, nos guste más o nos guste menos.
Justo Roldán, Oviedo
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