Pararse a pensar
Lee esto, independientemente de tu posición política, de tus ideales, tus creencias. Léelo si te consideras persona y si estás a favor de los derechos humanos y la libertad de expresión. En caso de no ser así, no puedo decir nada más que lo siento, lo siento por el poco sentido común que caracteriza a tu persona.
Al margen de tu ideología y al margen de la mía, repito.
Yo no dejo de ser alguien más que habla de lo que ocupa los titulares en todos los periódicos durante estos días. Hablo y expreso mi opinión al igual que los millones de personas que conviven hasta ahora en el territorio español. Así que, previamente a que tus impulsos intenten atacar mi punto de vista con vagos insultos y palabras de carácter mediocre, para. Párate a buscar los argumentos sólidos sobre los que quieras cimentar tu crítica. No sólo yo, el mundo entero estamos abiertos a escucharte, pero del mismo modo que tú reivindicas la no violencia, recuerda que es fácil caer en la violencia verbal y, aunque no sea física, sigue siendo eso, violencia.
No le doy mayor importancia a tu nacionalismo en vena, a tu sed de república o a tu creciente independencia. El problema no es una bandera, ni un himno sin letra, ni tampoco el porcentaje que ocupe un territorio en la economía de un país. A mí me puede gustar el verde, a ti el rojo y al de al lado la paleta entera de colores, y no nos abalanzamos sobre civiles ni tratamos ninguno de los tres de imponer la idea o gusto de uno solo. Estoy segura de que el nacionalista (cotidianamente llamado facha) y el republicano (harto de la monarquía) comparten mucho más de lo que ellos mismos quieren creer. Por supuesto que entre tanta gente surgen a la hora de convivir discrepancias, pero ello no le otorga a ninguno una superioridad con respecto a los demás.
No es más libre, más inteligente ni más poderoso quien busca su independencia. Todo lo contrario. Separarse es una forma de rendirse ante la lucha de un mundo mejor. Claro que es más fácil imponer algo cuantos menos individuos conforman un espacio, pero lo digno de admiración es la superación de los conflictos conjuntamente.
Una frontera no va a volver invisible aquello que queda al otro lado. Vamos a seguir estando todos en el mismo globo. Cada uno en su mundo particular, pero por muchas banderas, nomenclaturas, dialectos y escudos que creemos, hay choques que son inevitables y algún día nos daremos cuenta de que separarse no arregla, sino que agrava a la larga.
Lucía Fernández Gutiérrez, estudiante, Oviedo
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