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Peñistas dolidos

14 de Noviembre del 2017 - Mario Canal Suárez (POLA DE SIERO)

Érase una vez un equipo de fútbol muy, muy antiguo. Había sido fundado allá por el año 1905 en una villa marinera del norte de la península Ibérica; su estadio era muy, muy antiguo, el más antiguo de todo el país y recibía su nombre de un molino de gran tamaño que había en la zona.

Aquel equipo alcanzó su época de máximo esplendor al final de la década de los setenta y principios de los ochenta del pasado siglo. Gran parte del éxito de aquellos tiempos se debía a que el equipo estaba formado por un grupo de jugadores que eran muy, muy amigos; eran tan amigos que aún hoy la mayoría sigue conservando esa vieja amistad.

Estos jugadores estaban alentados por una afición muy, muy fiel y muy, muy exigente, que por aquellos tiempos empezó a agruparse en lo que se denominaron “peñas” tomando muchas de ellas el nombre de alguno de aquellos exitosos jugadores.

Una de las peñas, que estaba enclavada en un municipio del centro de la región que años más tarde recibiría el reconocimiento de “Pueblo ejemplar”, tomó su nombre del jugador que a la postre sería el que más veces vistiera la camiseta del equipo: nada más y nada menos que seiscientas cuarenta y tres veces.

Esta peña llevaba a cabo su efeméride todos los años distinguiendo al jugador más regular de cada temporada, y el jugador acudía gustoso a recoger la distinción, y allí compartía mesa y mantel con todos los peñistas, que con esta cercanía estaban muy, muy contentos. Y así fue que durante treinta y siete años por esta peña pasaron desde porteros que fueron trofeo “Zamora” hasta delanteros que llegaron a ser máximos goleadores de la selección nacional, pasando por defensas que más tarde serían entrenadores del equipo llevándolo a notables éxitos deportivos.

Pero, un buen día, los responsables de regir los designios del equipo decidieron que aquellos jugadores que eran distinguidos por la peña ya no podían acudir a ésta a recoger sus premios (aunque sí a recogerlos en otros actos y lugares) y éstos debían ser entregados en los campos de entrenamiento; según un nuevo conjunto de normas que denominaron “protocolo”, juego al que esta peña decidió negarse, quedando así los peñistas muy, muy dolidos y muy, muy tristes porque como gente “ejemplar” que eran, para ellos tenía más valor un apretón de manos y la palabra dada que cualquier “protocolo”, y a ellos les habían faltado a la palabra.

Una vez asimilado el disgusto inicial, aquellos peñistas se fueron a la cama y durmieron y durmieron, y al día siguiente, al despertar, decidieron que nada ni nadie iba a amargarles su aniversario y que ese día iba ser para su disfrute y que iban a pasarlo muy, muy bien.

Moraleja: Teniendo palabra y la conciencia tranquila se puede dormir a pierna suelta. Fin.

P.D. Señores dirigentes, hay que ser muy, muy... para no darse cuenta de que no hay que complicarse tanto, que todo es más sencillo con un poco de buena voluntad. Recapaciten y devuelvan las cosas a la senda de la normalidad, de la que nunca debieron apartarse. ¡Puxa Sporting.

Mario Canal Suárez

Pola de Siero

Peña sportinguista Joaquín

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